Cuando uno crece, uno aprende:

Todos tienen la capacidad de herirte. Absolutamente todos, sin excepción.

No siempre el amor y el cariño que uno le tiene a un amigo es correspondido. A pesar de que uno viva sin esperar nada a cambio, igual choca.

El tiempo no pasa en vano. Consigo trae cambios.

No siempre el cambio es malo. Sí es asustador, pues es incierto. Pero malo, no es siempre.

El silencio es evasión.

Minimizar el problema no ayuda a resolverlo.

La voluntad de uno no sirve para arreglar problemas de a dos.

Y bueno, son mis reflexiones del momento.

Es mi certeza en un mundo de incertidumbres

En medio de la tormenta,

Su mano me sostiene, en sus brazos me sustenta.

Mientras camino por rumbos conocidos o misteriosas sendas

Inseguras o conocidas, Él me ayuda a llegar a mis metas.

Cada vez que me siento sola

En medio de una multitud o estando a oscuras,

Recuerdo cuántas veces ya me hizo compañía.

Tengo en cuenta que es una Roca

En cuyos brazos, por su ayuda, jamás encontré usuras

Zona infinitamente sabia, que definitivamente escapa de mi altura

A pesar de que no me lo merezco, me cuida con máxima ternura.

En un mundo de incertidumbre,

Nada más pienso en Él, y mi miedo sucumbe.

Un día no puedo pasar sin sentirlo,

No es lo mismo la vida si no lo siento conmigo.

Inusitadas circunstancias me llevaron a acercarme a Su presencia.

No fueron graves, pero fueron lo suficientemente hirientes

Como para impulsarme a buscar consuelo en Sus brazos.

Esperanza y paz en Él encuentro,

Refuerza mis energías, me da aliento;

Tesoros de sabiduría en Él hallo,

Incluso para los más complejos dilemas de mi día o año.

Dudo que, sin Su ayuda, mi vida hubiese continuado.

Un fiel compañero ha sido en los buenos y malos ratos.

Mil y una veces de los más profundos pozos me ha sacado,

Banalidades y temas serios, preguntas y conjeturas

Risas y lágrimas; todo lo responde, y con nada me hace sentir una mula.

Es mucha fantasía para algunos lo que hacia Él siento.

Sugiero a ellos experimentarlo, para que vean que no miento.

El inicio de una historia sin final

Tenía 14 años. Era una nena atorrante en aquel entonces (no garantizo que ahora sea diferente). Adolecía de adolescencia, esa enfermedad que nos llega a todos en algún momento de la vida. Era una nena difícil, confieso. Pero en ese momento, creía que no tenía alternativa. Me llevaba mal con la vida en general, conmigo misma, y con mi familia. Mi rebeldía me valió castigos que se extendieron, mes tras mes, por un año.

La última vez que me castigaron, lo hicieron porque olvidé de quitar las cosas del lavavajillas. Sí, tan ridículo como eso. Fue un genuino olvido, pero bueno, me valió un castigo. Esta vez, me mandaron a un estudio bíblico.

Sí, en serio, ese fue el castigo. Mi hermana ya iba, por voluntad propia. A mí me mandaron como si fuera que me hicieron caminar por la tabla del barco pirata.

Era un miércoles, bien entre semana. A la noche, nos llevaron a mí y a Meli a la casa de la persona que dirigía el estudio bíblico. Antisocial como yo sola, no quería saludar a nadie. Tenía fobia a conocer más gente. Por mí, mientras menos conocidos y menos gente a quien dirigirle la palabra, mejor.

Subí una escalera y me encontré con un grupo de 14 personas, aproximadamente, reunidas en semicírculo y muy alborotadas. En la punta opuesta a la puerta donde entré, se me fijó la mirada. Estaba un muchacho, que estimé tenía mi edad, de tez blanca, cabello negro y parado con mousse (como el bicho Sonic de videojuegos), ojos marrones enormes y una sonrisa cautivante. Instantáneamente, supe quién era. Tenía que ser él.

Él era un chico de quien mi mamá me hablaba cuando venía del colegio. Era su nueva fascinación en el colegio donde entró a trabajar; un nene educadísimo, dulce, sonriente, al que le llamaba Christiam (me contó, también, que era Christiam con m). Día tras día, entre los vasos de leche chocolatada, tostadas y mixtos calientes, tenía que escucharle hablar de un personaje que parecía sacado de la ficción, de la fantasía de una mamá que anhelaba que su hija se fije en alguien así.

Al ver al chico de cabello de Sonic, cerró un circuito. Primera vez que no le iba a poner peros a mi mamá en mucho tiempo. Cautivante con sólo mirarle. No sabía si era Chris: estaba segura que era Chris. Ni siquiera importaba que era ese dulce chico de quien mi mamá hablaba. Era el antes y el después en mi vida, y así se sintió desde ese instante.

El líder del grupo de estudio bíblico lo llamaba Esteban, pero para mí era Chris. Resultó que lo llamaba por su segundo nombre porque había otro Christian en el grupo.

Pasaron casi dos horas sin mayores sobresaltos; mi atención, que siempre está dividida entre 2 o más cosas, esta vez se compartía entre un estudio bíblico que estaba mejor de lo que había suponido, y la atención prestada a la otra punta de la habitación. Durante horas me quedé pensando en quién estaba tras la sonrisa; en qué hacía ahí, si era tan problemático como yo (esa sonrisa no parecía señalarlo), en cómo tenía un hermano casi gemelo a su lado pero que evidentemente era mayor, en por qué se me fijó la atención en él.

Llegué esa noche, aproximadamente a las 10.30 pm, a mi casa. Mi papá pensó que me "convertí", no se imaginaba que mucha de esa felicidad radicó en haber conocido a alguien -y ese alguien sea un varón.

Entré al dormitorio de mi mamá, y le desperté sólo para exclamarle, victoriosa:
-Adiviná a quién conocí hoy.

Supo enseguida. No se asustó que volví del primer estudio bíblico y de mi día de castigo con una sonrisa. Ese día conocí a Chris.

Pasó la semana, y el miércoles siguiente nadie tuvo que ponerme una pistola por la cabeza para ir al estudio bíblico. Todos estaban sorprendidos, felices por mi "conversión". Nadie nunca me pidió a mí explicaciones del por qué comencé a sonreír.

Me iba, se iba, y nos mirábamos con miradas que iban y venían, sin sostenerse. Nos observábamos, esperando sólo Dios sabe qué. Era muy gracioso, veíamos videos del Apocalipsis o de Moisés y nos inclinábamos en nuestras sillas para ver las reacciones del otro.

Semanas más tarde, al terminar un estudio bíblico, salimos todos a la terraza. Mi estado ermitaño se disipó ante la posibilidad de aproximarme a dirigirle unas palabras. Me iba a presentar, olvidando en ese momento toda mi naturaleza distante y fría de las relaciones interpersonales.

-¿Vos sos Chris?
-Sí -me responde extrañado, pero siempre sonriente. Le noté un poco sorprendido por mi aproximación, más que por mi pregunta.
-¿Sabés quién soy? - continué. La salida más estúpida que pude tener. Siempre fui "la hija de la profe Marisa", pero hoy usé esa introducción con gusto.
-Sí- me volvió a responder. -La hija de la profe Marisa.
Sorprendida, le pregunté cómo sabía. Me dijo que vio mis fotos en el escritorio de la oficina de mi mamá. Bajó un poco la mirada, se sintió a confesión. Los dos quedamos sorprendidos el uno con el otro.

Es mi historia de amor con una persona que me transformó. Comencé a ir a la iglesia por gusto; asumí un compromiso con Dios por su ejemplo de vida. Superé mi tristeza inexplicable, y crecí con un compañero de vida, con un amigo incondicional y leal. Y podría decir tanto mas de qué significa él para mí, sólo me resta desear que más personas tengan la oportunidad de encontrar el amor, así como Dios permitió que yo pueda conocerlo.

Llegó hace 9 años, y si Dios quiere, llegó para nunca más irse de mi vida.

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La gota que colma, no es necesariamente la más grande.

Todos tenemos un margen de tolerancia, y todo depende del tema que exiga dicha tolerancia, también. Para algunas cosas tenemos más paciencia que para otras. Por mi parte, hay cosas que me toman años decidirme, hasta que finalmente, llega el día... y me decido. Pero primero tengo que pasar por un sentimiento muy fuerte, para después, con la cabeza fría, decir: "hmmm...¿por qué no?" y hago lo que me decido hacer... (o decido lo que voy a hacer, como quieran verlo).

Una circunstancia que molesta, puede parecer muy pequeña; pero desata unas reacciones que corresponderían a la primera gran falla. ¿Por qué, entonces, algo tan pequeño tiene el poder de descalabrarnos tanto? Es que depende del recipiente en donde caiga, no de la gota en sí, el efecto que tiene.

Pero quizás estaba buscando esa última excusa, esa última falla... en vez de quedarme con la primera. Es que había mucho lugar en el vaso... hasta que se fue llenando. Y la última gota es insignificante comparando con las que estuvieron antes. Y no, no sirve que sea "una cosa más de lo mismo".

Y sí. Algo tan pequeño puede ser la gota que colma. No por ser pequeña la gota, deja de ser la última.

Basta de filosofar. Hasta pronto para todos menos al origen de gotas. A ese sí, chau, chau, adiós.
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