Ayer a las 3 pm salí a caminar cerca de casa, a ver si hacer un poco de ejercicio cambia mi figura y me devuelve mi estado físico. En el camino, no puedo evitar cruzarme con gente. Quien me conoce, sabe lo mucho que detesto los piropos de la calle.

Para los que no saben, piropo es cuando te dicen un cumplido de belleza física. Los piropos de la calle son los que te da un cualquiera que pasa a tu costado, a pie o en auto.

No sé qué seriedad hay en lanzar un piropo medio lascivo, medio fuerte, entre "los perros" (los amigos significa eso en paraguayo). Odio que cuando camino, me miran, y antes de que me cruce, ellos ya miran al otro lado, para verme pasar y mirarme la cola. Odio!

Unas cuantas veces anhelé darme la vuelta mientras me miran ir -bueno, no me miran a mí precisamente-, y decirles, "Qué mirás, pervertido?!" O levantarles el dedo del medio. No, no es muy cristiano, lo sé. Pero me irrita tanto, tanto que me miren de esa manera.

No soy un sex bomb ni nada por el estilo; no soy la bomba tucumana (jajajaja) ni un ente que emana sex appeal. Soy una chica, más redonda que antes, con cabello largo, y lo máximo de sexy que tendré son mis pestañas, pero no, los estándares de los perros son muy bajos, y es así como me terminan mirando. No soy fea, al menos yo no lo creo. Pero no soy para "mirar" así como esos brutos miran a las mujeres.

A las extranjeras les puede gustar, pero yo los detesto. Tengo unas cuantas soluciones para las mujeres que no se van a denigrar a dejar de salir de sus casas porque estos bestias están sueltos.
  • La mejor solución. Salí con tu Ipod o MP3. Escuchá música. Lógico, nadie te previene de visualmente darte cuenta de los babosos, pero al menos no tenés que escuchar las guarangueadas. Eso me previno de lanzar unos cuantos puñetazos.
  • Salí feísima, que te confundan con los locos que sueltan del manicomio. Si es posible, sudá antes, así ni siquiera te quieren asaltar.
  • No andes por calles poco transitadas. Ahí los bestias se animan a más cosas, en decir y en hacer.
  • Aprendé a manejar, ahorrá y comprate un auto. No es tan fácil como suena, y les debo todavía este punto en aplicación en mi propia vida.
  • Conseguíte un compañero de paseo. Sí, otro hombre. Medio machista, pero previene el 95% de los piropos, y el 50% de las miradas lascivas. Para los hombres realmente, "la novia del otro, es un otro". No puedo decir lo mismo de las mujeres, lastimosamente.
Pero no es justo que yo tenga que salir a la defensiva de mi casa, lista para afrontar estas circunstancias. Deberían irse presos estos tipos. A ese punto detesto el tema.
No doy con mi genio...

Me consuela saber que ya pasé tres años perdida en cada inicio del semestre, y que siempre salgo viva y salgo bien. Así que, una vez más, no me desesperaré.

No me desesperaré ante los profesores que nos tratan de ineptos ignorantes por no responderles recitando.

La clase es un bodrio. Parece que no le sigo el hilo a nada. Mismo si son las diapositivas del profesor de Periodismo Interpretativo, que viene a cambiarme el paradigma enseñado por 3 semestres acerca de las divisiones del periodismo. En realidad, no estoy segura si cambió realmente, pero hay una variación que todavía no me tomé la molestia de descifrar por completo.

Me limito a copiar lo que dice en el pizarrón, el reflejo de las diapositivas. Agrego ligeramente cosas que cazo por el camino, que quizás me sirvan más adelante. Habló de una tarea, un trabajo, qué se yo, para dentro de 15 días, que no tengo ni idea. Lo peor es que parece que nadie cazó. Me siento sola.

Sola en muchos sentidos, realmente. Bruno y Chris están en la otra punta de la clase; Bruno está pegado al enchufe, para cargar su laptop. Chris está a su lado, más al fondo, durmiendo. Yo estoy en el medio de la clase, porque acá la acústica es menos patética. En otros sectores, no se entiende virtualmente nada de lo que pasa adelante. No quiero sumar más cosas para seguir sin entender qué pasa en la clase.

Ya llegarán los parciales, los trabajos. Ya me estoy llenando de fotocopias, y me sobran 1.500 Gs de los cien mil que tenía para gastos. Ya me estoy quedando sin dinero, y no me gusta.
Al menos sé que tengo todas las fotocopias que debería tener.

Ah, y tengo hambre. Siempre tengo hambre a esta hora. Cenar engorda, y cenar comida chatarra es peor. Pero es mi única opción. Pero hoy elijo morir de hambre, por no engordar más y porque no tengo suficiente dinero para comer. Jajajajajaja

Retomé la facultad. Cuarto Curso. Faltan 2 años. Quiero acabar yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.
Al final, había sido nunca explicó la tarea que dijo. Ahora sí ya entiendo. Vieron? No todo está perdido.

Soy muy haragana. Estuve pensando, podría terminar la facultad a partir de ahora, sólo reciclando trabajos. No tengo ganas de hurgar en nada nuevo. Perdí la avidez por escarbar en temas curiosos. Ahora dan una tarea, y ya pienso cuál de mis trabajos de semestres pasados voy a reciclar, por ahorrarme el esfuerzo de hacer el nuevo trabajo. No pensé llegar a este nivel de haraganería. Me sorprende lo bajo que puedo caer.

Perder las ganas de conocer se siente como perder las ganas de vivir, de hacer lo que hacés. Se siente como un vacío existencial, como una carencia de propósito. Dicen que cuando dejamos de aprender, morimos. Yo ya estoy en eso parece, pero por haragana.

Kaigueeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.

Quiero sentir avidez por venir de vuelta a esta universidad. Los días que más disfruto son
miércoles y viernes, porque no me tengo que venir a chupar clases bodrio hasta las 10pm.

Es el colador, para que salgamos si no perseveramos. Este nicho de bostezos le puede hacer salir a los flacos de espíritu. Pero yo no, y no por mi terco espíritu. Mi mamá me mata si salgo, y creo ver la luz al final del túnel. El programa de estudios promete que la cosa se pone más divertida el próximo semestre.

Ahí vamos a otra cosa. Por qué tiene que ser divertido? Por qué me tiene que gustar lo que hago? Por qué no es suficiente el deber de hacer algo para hacerlo? Estaba pensando en que por ejemplo, podría trabajar en algo que no me gusta, y satisfacerme con las metas que obtengo por trabajar –como viajar, comprarme cosas, hacer el bien con lo que obtengo financieramente. Pero no, no me conformo con eso. Quiero ganar dinero y que me apasione lo que hago. Pero siento que a los 6 meses me desgasto. Siento que me gustan las ramas, pero no el tronco de lo que hago.

Pequeñas grandes encrucijadas de la vida. Mi complejo de Peter Pan no se va del todo, y acá estoy, 22 años y 4 años de facultad, y todavía renegándome a crecer. Patético.

Hallo placer en cosas antagónicas. Como ayuda social y moda, por ejemplo. Lo hueco y lo denso. Tengo la constante necesidad de encontrarme con cosas nuevas, de salir de la rutina. Me siento todavía incómoda en donde estoy, y nadie dice que a los 22 debería sentirme satisfecha con la vida, pero al menos debería sentirme encaminada hacia algo. Honestamente no lo creo. No siento que avanzo hacia un proyecto de vida, y eso me desespera.
Leyendas Urbanas:
El hombre triángulo

Estoy camino a la facultad, a las 5.45 pm. Sobre la avenida Mcal. López, toda la ciudad parece ebullir: la gente sale y entra por las avenidas principales. Salen los cansados de trabajar, entran los que buscan vida nocturna académica o social. En un punto, el tránsito parece congestionarse ligeramente más. Un hombre se encuentra parado detrás de un bus descompuesto –uno de los tantos transportes públicos que todos los días ocasionan caos en el tránsito y dejan a usuarios atrasados para llegar a sus destinos.

Sonrío. -¡Es el hombre triángulo! Hace mucho no lo veía.

Mi expresión descontraría a mi papá, quien se encuentra manejando. -¿Hombre triángulo?

-Sí, es un tipo que se para detrás de todos los buses a avisar que éste no funciona. Siempre lo veíamos a la vuelta de la facultad, con Bruno y Chris. Sobre Cerro Corá, Mcal. López o España. Donde haya un bus descompuesto, está él agitando los brazos y sonriendo a quienes estamos pasando. Hace de triángulo. Es el hombre triángulo.

-No es en serio.

-Sí. Una vez incluso lo vimos a la salida de la facultad, y llegando a Villa Morra, lo volvimos a ver, siempre haciendo de triángulo de buses descompuestos.

-No puede ser.

-Te prometo.

Su escepticismo comenzó a dispersarse, mismo si mi último comentario fue el más increíble de todo lo que dije. Hasta ya buscó explicaciones a la manera en que lo logra.

-Seguramente le avisarán por celular para que vaya.

Este personaje despierta curiosidad en quien se percata su presencia por la ciudad. En mi cabeza, me hice una serie de preguntas que le formularía, si le acompañara en su odisea. Esta es mi entrevista imaginaria con un personaje real: el hombre triángulo.

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No tengo estadísticas, pero tengo certeza que la mayoría de los asuncenos no tiene un triángulo en su vehículo. Mucho menos los buses, pero ellos tienen a alguien que actúa en reemplazo del elemento. Debería ser rojo, pero él tiene la tez dorada por estar gran parte del día bajo el sol. Su sonrisa blanca nos recibe para contarnos cómo es ser alguien que todos conocen, y a la vez, nadie sabe quién es.

-¿Tenés algún nombre?
-Me dicen Hombre Triángulo, y me gusta mi apodo. La gente hasta ya sonríe cuando me ve.

-¿Qué te parece que significa esa sonrisa?
-Les ablanda un poco más ver una persona en la calle, haciendo un bien: avisando que el micro parado tiene problemas. A veces me han de sonreír por lástima.

-¿Te pagan?
-Un cinco mil´i me pasan los choferes. Los dueños ya saben que, si su micro para, ya tienen que poner entre sus gastos el cinco mil que me dieron para avisar que paró el micro. No te digo cuánto gano por día por dos motivos: uno, muchos van a dejar su trabajo para quitarme el mío, y dos porque va a dejar en evidencia lo que ya se sabe y es mi negocio: que el transporte público es un desastre, y las calles también. Ahora se me ocurrió otro motivo, son tres entonces. No quiero que me asalten tampoco mientras estoy en la calle, trabajando. Ni que fuera millonario o qué.

-¿Trabajás para todas las empresas o para algunas nada más?
-Para todas las que andan por Asunción, en realidad.

-¿Alguna vez no te pagaron con dinero, sino con otra cosa?
-Una empresa me dio ropa fosforescente para la noche. Me sirve mucho. Aunque con los ka´ure (borrachos) ni aunque le vean al Pombero[1] van a atender lo que hacen.

-¿Por qué no tener un triángulo nomás para avisar que no funciona el bus?
-Ni idea. Pero no digas fuerte, que ahí me quedo no sólo sin trabajo, sino sin propósito en la vida también.

-Todos queremos saber: ¿cómo te ubican para que te vayas?
-Me llaman a mi celular los choferes, y me dicen su localización y me voy en moto. Estaciono sobre la vereda y me paro a hacer lo mío, sobre la avenida.

-¿Por qué parece que a veces estás en dos puntos de la ciudad a la vez? Sos casi omnisciente.
-¿Omnisciente?

-Sí, significa que estás en todas partes.
-No, ahora estoy acá, no en otra parte.

-Bueno, pero ¿por qué a veces te veo en un punto de la ciudad y después te veo en otro?
-Eso, no sé ni cómo explicarte. Yo estoy nomás donde me llaman. Seguro que llego más rápido que vos en mi moto nomás.

-¿Cuál es la avenida donde más se descomponen los buses?
-Por el estado de la calle, tiene que ser España. Pero por la cantidad de ómnibus transitando, en Mcal. López, cerca de la zona de la Recoleta y alrededores. Es un itinerario por donde pasan muchos.

-¿Qué te gusta de lo que hacés?
La sensación de que nadie más querría hacer mi trabajo, de verdad. Es un mercado donde yo soy el único. Acá soy especial, soy el más y el único a la vez. Da gusto mirarle a la gente también. Mientras estoy parado, en mi cabeza juego a decir las marcas de los autos que pasan, y de paso miro a la gente, y me imagino sus historias, quiénes son, qué hacen, qué quieren.

-¿Qué no te gusta?
Detesto la contaminación. Pararse detrás de uno de los mayores contaminantes de la ciudad que está tratando de hacer funcionar su motor, no es lo más salubre. También que la gente demasiado mal maneja también, muchas veces casi me chocan. Imagináte, chocar un micro estacionado en una zona con tránsito lento. Tenés que ser bestia.

-¿Casi ya moriste trabajando?
-Todos los días casi me muero, algún tavycho (torpe, en guaraní) siempre hace macanada.

-¿Tenés familia?
-No, no estoy casado. Mi familia vive en el interior. Acá vivo en una piecita, para ahorrar lo más que pueda y comprarme mi casita. Quién sabe si encuentro al amor de mi vida, en la calle, en el día menos esperado.

-¿Consideraste ser un espacio publicitario?
-Me ofrecieron, pero no quiero porque me alcanza con mi trabajo, o sino la cosa se vuelve más comercial que noble. Quiero ayudar, pero también tengo que comer. Siendo hombre triángulo, hago las dos cosas.

-¿Qué serías si no fueses hombre triángulo?
-Trabajaría en el aeropuerto, guiando a los aviones. Algo así, seguramente.

-¿Cuál es tu punto favorito de la ciudad para trabajar?
-Cerro Corá, de noche. Los travestis se pelean y es un espectáculo ver tipos corriendo con tacos altos y gritando al viento sus historias.

-¿Cuándo vas a dejar de ser hombre triángulo?
-Cuando me muera, e incluso ahí voy a ser especial. Toda la gente que muere se vuelve una estrellita. Cuando yo muera, van a mirar al cielo y van a saber quién soy: no voy a ser una estrella. Voy a ser un triángulo.


[1] Personaje mitológico de Paraguay, mitad perro y mitad hombre.
Un buen y seguro retorno
De vuelta en Paraguay

Llegué a mi tierra... Como muchos sabrán. Creo que casi todos los que entraban, ya me vieron durante la semana.

No lo actualicé antes porque estuve a las corridas. Hoy es jueves y es la primera vez que me conecto a Internet desde la notebook. Recién el martes me senté a revisar mis emails.

Bueno, salía a las 6.40 am de la casa aquel viernes 29 de febrero, después de una madrugada un poco difícil con mi primita Joaninha, que tenía infección de oído aparentemente y no durmió buena parte de la noche. Le dejamos a Joao en lo de su compañerita, y Krishna me llevó al aeropuerto. Aunque llegamos a las 8, recién a las 9.15 estaba despachando valijas, y Krish tenía que ir a la oficina, nos despedimos y seguí con la burocracia. Pagué un equipaje de exceso -me regaló el otro que tuve que meter, me terminaron pesando la valijita y casi tuve que pagar $200.
Como TAM tiene por costumbre, salimos tarde ya de Miami: 10.50 am. Viajé 8 horas entre 2 brasileros, viendo Ratatouille y The Bourne Ultimatum. Qué buenas películas. Tenía sueño y algo de náuseas y dolor de cabeza, más del cansancio que nada. Pero bueno, tenía medicamentos conmigo, así que me tomé pastillas para ambos para tratar de paliar la situación.

Da gusto caminar por el avión. Medio se balancea, y me fascina la noción de estar en el aire. Pensar que en 3 semanas voy a hacer 40 horas de viaje. El viernes que viene nos vamos a Sao Francisco do Sul, Santa Catarina. Son 14 o 16 horas, duplicado por dos porque tenemos que volver. Vamos a la playa!

En Sao Paulo, la mitad de mi vuelo eran deportados de España. Pobre gente, tres días varados en Madrid. Le conocí a un muchacho también, un futbolista de 19 años que vive en Grecia. Me cayó muy bien.

Para variar, crucé con las historias de al menos 20 personas en todo el viaje. Desde un yanqui con hacienda en el nordeste hasta mochileros que iban a Rio, el griego paraguayo, los deportados, los brasileros que venían a turistear en Asunción... es linda la diversidad.

Y ahora, estoy de vuelta. Buscando trabajo, estudiando en la facul, viviendo la vida, siendo feliz. Feliz por los desafíos por venir. Extraño mucho a mi familia de allá, pero es mi momento de estar con mi familia acá. Supuestamente en 2 años nos vemos. Están esperando la tarjeta de casamiento... jejeje.

Voy a ver para seguir escribiendo, como ejercicio mental. Supongo que ahí tengo que cambiar el título del blog. O sino, le encuentro un justificativo al título: "de viaje", como buena publicista.

Ya sé, son las crónicas de mi viaje por la vida. Ya está. Viste? Ahora se vuelve eso el blog. Que te vaya bien y seguimos en contacto.
Mi espacio, mi mundo, mi visión, a mi manera. ¡Así de sencillo es! Es de buena gente comentar, compartir y dar créditos si corresponde. Cualquier cosa dejame un comentario con tu e-mail, así contactamos.
 
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