El arte de hacer feliz (o "¿por qué la gente se casa?")

(N.de la R.: recibí mis primeros comentarios vía FB. Hay gente que no tiene matrimonios felices, es una realidad de la que no soy ajena y que me duele, porque le toca a gente a la que quiero mucho, adultos mucho mayores que yo y amigos de mi edad. Con este texto sólo quiero plantear el punto de que toma 2 personas haciendo el esfuerzo para que el matrimonio funcione. Cada uno tiene que poner su parte. No estoy a favor de aguantar hombres abusadores físicos, sexuales ni psicológicos. No quiero hacerle sentir fracasado a nadie porque está en pareja, esperando el momento para casarse, ni a quienes aún no encontraron esa persona correcta. Sólo pienso con los dedos. El matrimonio tiene tantas aristas, y yo sólo tengo 10 meses de casada, ganas de escribir y ganas de hablar de lo que escribo. Con ese antecedente, podés proceder a la lectura. )

Hablemos de una de esas preguntas existenciales, una de esas cosas que le mueve el piso a los jóvenes, uno de esos temas con los que a los de mi edad les gusta hacerse de los re jodidos y ser contreras, una pregunta que más vale que uno se la responda antes del hecho, que después ya es tarde.

¿Por qué uno se casa?

En mi grupo de colegio, para fin de año vamos a ser 11 compañeros y amigos casados, la mitad del grupo. De esos, hay 2 pares que encontraron su mitad en las aulas del colegio.  Tenemos todos 25 años para abajo. Y me complace decir que, mirando a grandes rasgos, sean los newlyweds o a los primeros que se animaron, a todos se les ve felices, como equipos sólidos; no porque lo hayan hecho de jóvenes, sino porque lo hicieron en su tiempo, en el momento personal de cada uno, por los motivos correctos, donde entre dos se pusieron de acuerdo y se dijeron "hagamos saber al mundo que vamos a estar juntos para siempre".

Muchos amigos, ahora casados. Los últimos están nominados!

Cada uno tiene su historia de cómo se decidió a dar ese paso. Una amiga me dijo "me di cuenta que no quería más despedirme de él". Otra me dijo "nos acompañamos en nuestros sueños". Un amigo me dijo "no quiero que nada le falte, quiero hacerle saber que voy a cuidar de ella y que no está sola" (una situación muy particular). 

Yo llegué a mi conclusión particular en marzo de 2009, después de muchos años de relación y donde la enorme responsabilidad de "hacer familia" con alguien me bajaba la presión. Entiendan el contexto. Soy una persona que trasciende la tacañería. Soy muy precavida. No me gusta tener deudas. No tenía ni factura de Tigo por el hermoso sentimiento de no deberle nada a nadie. Sabía que algún día se iba a acabar este estilo de vida, sólo que hasta ese entonces, no estaba lista para ello, aunque ya sabía que quería estar con mi hoy marido, para siempre.

Pero un día, finalmente, me levanté para asumir las consecuencias de la vida adulta. Deudas incluidas. Cuidar de alguien. Pensar en partida doble (y pensar en partida múltiple, alguna vez). Ya estaba en mi último año de facultad, el Síndrome de Peter Pan no podía durar mucho más. Era hora de crecer. Y, con el crecimiento, viene el asumir responsabilidades.

Así que le conté a mi estimado que, aunque siempre le dije que sí a las miles de veces que me dijo para casarnos desde los 14, ahora estaba genuinamente lista para ello. "Cuando quieras nomás", y le hice ojito. Se tomó 7 meses para pedírmelo formalmente (me volvió a pedir otros cientos de veces sin la formalidad durante ese tiempo), y 14 meses en total para que finalmente cerremos un trato que comenzó 9 años, 9 meses antes de ese punto clave.

Y mi respuesta personal al "por qué me caso" es muy personal también. Estoy casada para hacerle feliz a mi estimado. Tan sencillo como eso.

¿Cuál es el secreto? No me casé para SER feliz. Me casé para hacerle feliz a quien me importa. "Ese hacerle feliz" puede variar desde su óptica o desde la mía y ahí se presenta otras diferencias ; yo creí que le iba a hacer feliz tener un dormitorio decorado y ordenado, cuando lo que le hace feliz es que estemos sentados en el puff viendo una serie o película, comiendo de una caja de pizza (la de @KureDumas) nos hace sentir en el cielo) en un dormitorio que parece de un soltero universitario con toda la ropa despatarrada y la cama sin ser tendida. A veces tenemos nuestras diferencias de lo que yo creo que le haría feliz, y de lo que genuinamente le hace feliz. 

Es un arte, el arte de "hacer feliz". Incluye: dejarle dormir hasta tarde los fines de semana, que siempre tenga comida, que no le falte ropa limpia, que pueda ver películas o jugar al Wii hasta tarde de noche (incluso entre semana)... y muchas cosas más. Hasta ahora el estimado parece que no aprecia mi arte de cerrar el presupuesto familiar cada inicio de mes, pero ese es mi deleite propio. 

Por su parte, Chris sabe que "me hace feliz" con cocinar asado (que tanto detesta hacer, por el calor del fuego), con encargarse del Playlist del Ipod, con descargar todas nuestras series y películas, y ponerse auriculares para ver películas de madrugada. Me hace feliz colgando la ropa (la tarea que más detesto), matando arañitas y bichos (me da asquito escuchar el juguito de bichos aplastados) y lavando la vajilla (tarea que abomina pero hace porque yo la abomino aún más). 

Felices en la sencillez. Acá, mirando el Partido PY-Eslovaquia en el Mundial.

¿No se dieron cuenta que cuando uno trata de ser feliz, nunca sale del todo bien, porque nunca se alcanza el término "soy feliz" por esfuerzo propio? Es mucho más fácil cuando la vida conspira para que uno sea feliz (aunque ser feliz es una actitud). Pero en algo tan particular como un matrimonio, uno no puede "hacerse feliz" a expensas del otro. Entonces, si 2 personas se hacen felices el uno al otro, es una ecuación perfecta, una de las más bellas ecuaciones naturales y humanas de todas.

Yo soy feliz porque mi estimado me hace feliz. Y creo que si más pares de parejas se pusieran de acuerdo en hacerse felices el uno al otro, habrían menos familias con padres disconformes, menos infidelidades (aunque hay cada enfermo que, no importa cuánto trates, tiene un mal mental para ser infiel, eso es caso aparte), menos divorcios. Más gente feliz. 

En nuestros matrimonios, cada individuo tiene que dejar de tratar de "ser feliz". Tratemos más de hacer feliz a esa persona especial. Funciona mejor.


Me voy a ir a seguir descubriendo el "arte de hacer feliz".
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