Destino (en nuestros sueños): Santorini, Grecia

Decime si a vos también te arranca un suspiro. Qué lugar de ensueño.

Soñamos con hacer nuestro primer viaje al exterior juntos, e ir a esta preciosa Isla. Sería el primer viaje al extranjero para Chris, y mi primera vez en Europa (no tengo mucho bagaje de viajes en mi haber, así que estoy emocionadísima, porque es la primera vez en muchos sentidos).

Quizás muchos la ubiquen como la isla donde se grabó la primera parte de "The sisterhood of the travelling pants", Lena (una de los personajes) es de origen griego y unas vacaciones con su abuelo permiten al espectador soñar con este lugar, del que muchos sólo leímos en libros. Alguna vez se llamó Kallístē (Καλλίστη, "la más hermosa"), cosa que no dista de la realidad con sólo mirar sus fotos en Google.

Santorini es un archipiélago de Islas, siendo la principal isla Thira, donde está el aeropuerto. Tiene sólo 13 mil habitantes (según censo 2001, ha de estar por los 18 mil o 20 mil). Su temporada alta arranca en agosto hasta octubre, siendo uno de los destinos turísticos predilectos de Europa. Tiene un lago central inmenso y tiene una caldera, que es como un volcán sumergido. La playa de Kamari es la playa más popular de la isla para "hacer playa", y da la coincidencia que nuestro hotel está a metros de ella. (Qué fe, ya digo: "nuestro hotel"!)

La playa de Kamari

Pero lo que más nos conquista de este lugar, es su arquitectura. Ésta se denomina "Arquitectura de las Ciclíadas", tiene casas bajitas en forma de cubo, con piedras locales y pintadas en blanco o teñidas con ceniza volcánica. Suelen acomodarse en las laderas de las colinas de la isla, y definen lo que es la arquitectura del Mediterráneo.

La visito desde los aires, con Google Earth. La busqué con Google Maps. Calculo todas las semanas el costo del pasaje en Travelocity. Miramos cada dos fines de semana nuestra tabla de presupuesto del casamiento, y nuestra tabla de presupuesto familiar para la vida matrimonial, para ver cómo hacemos para llegar.

La verdad: no llegamos. No sin la intervención divina de Dios. Estamos poniendo todo de nuestra parte, y apostando por un viaje que nos va a enriquecer como personas y como pareja. Imaginen con nosotros, salir del hotel ese domingo 30 de mayo. Ir al aeropuerto. Nuestras conexiones por Sao Paulo, o Buenos Aires, y en algún punto de Europa (sea Londres, MIlán, Madrid, y/o Atenas). Visualicemos a nosotros dos, tratando de leer tablas de vuelos en los aeropuertos más grandes del mundo. Contándole a todos los que atienden en mostradores, aduanas, aeromozas y demases, que es nuestra luna de miel (se me llenan los ojos de lágrimas). Imaginemos que, después de 25 hrs o más de viaje, llegamos a este chiche de Hotel que encontramos hace más de 9 meses a buen precio. Hasta viajamos en temporada baja, y todo nos sale más barato de lo que normalmente se paga. Tocamos con la punta de los dedos el gozo de disfrutar 8 días en los días primaverales del Mediterráneo, caminando por la costa del mar, mirando un lugar con el que soñamos por meses, viviendo un momento para el que trabajamos y soñamos desde que comenzó nuestra relación, 9 años atrás.

El hotel que encontramos... un lugar fabuloso y accesible.

Visualizamos eso, y volvamos al hoy, donde tenemos una partecita de nuestros ahorros para ir, y los pasaportes haciéndose en el Dpto. de Identificaciones, con la esperanza de llegar a la fecha y partir a Santorini. Qué ganas de conocerla.

A nuestros parientes y amigos: si les facilita la vida y está en su corazón, aceptamos regalos en efectivo para poder hacer este precioso viaje. Cada granito de arena cuenta, y estamos poniendo todo de nuestra parte para que este sueño se haga realidad. Pero Dios tiene la última palabra y pase lo que pase, vamos a estar felices porque estamos juntos, y al final, eso es lo que cuenta.

Un lugar de Ensueño



Decidimos hacer algo muy pequeño para conmemorar nuestro casamiento. Lo primero que definimos fue cómo visualizábamos nuestra celebración. Para reflejarnos, el ambiente debía ser urbano, con estilo y fuera de lo tradicional. Decidimos que una terraza con una vista a la ciudad sería encantadora, y llegamos a la conclusión que buscábamos una celebración "urbana - chic - minimalista".

No había mucho que pensar. Yo (Vane) recordé la noche que subí a la terraza recién terminada del Hotel Boutique La Misión en Asunción, cuando aún se estaba terminando el hotel. Trabajaba en una empresa que preparó la Identidad Corporativa del lugar. Cuando el dueño nos invitó a subir y se abrió el ascensor, la vista que tuve me dio piel de gallina. Fue amor a primera vista.

Dos años antes de la propuesta de casamiento, me dije a mí misma: "acá quiero que sea mi boda". Miré deslumbrada el campanario, las luces y columnas que ambientaban el hotel temático que evoca a los Jesuitas desde la Arquitectura hasta el arte en paredes y cuadros; me conquistó la vista a la ciudad, que parecía apacible desde las alturas. En una altura superior la piscina corona el Roof Garden. De tan sólo pensar en el sentimiento que tuve al ver el lugar, me palpita más fuerte el corazón.

Pasó el tiempo y dos días después del compromiso, fuimos con mis padres a mirar el lugar. Ellos también quedaron encantados (aunque parece que yo soy la más entusiasmada con hacer la cena ahí!). Unos días después, fui con mi suegra, mi cuñada y mi novio, que meses antes fue conmigo a mirar la terraza y a soñar conmigo por celebrar ahí nuestro casamiento.

Las cosas se dieron, y un regalo más del Cielo, podemos pasar ahí la noche. Confiados en que la comida es fabulosa (recuerdo con agua en la boca la comida que saboreamos el mediodía de nuestro compromiso en el restaurante del hotel!), esperamos que pasemos una buena noche.

Imágenes: La Misión Hotel Boutique

Vestida de blanco: con pienso y corazón


Hoy me tocó hacer una de las visitas más esperadas por mí en todo el proceso de wedding planning: la visita a la diseñadora del vestido del gran día. Me siguieron en la tarea: mi mamá, que siempre está presta a mirar telas, modelos y demases, y mi papá, que abomina la moda y piensa levantarse de una larga siesta el día de mi casamiento, lavarse la cara y ponerse su traje para ir a la iglesia y la cena.

El vestido de novias tiene, para la mujer en general, un significado sumamente importante. Aunque ahora para muchas el blanco es una representación simbólica de pureza, si vamos a generalizar, hoy más que nada es la representación de una. En mi opinión, el vestido dice cómo sos: si está muy recargado, sos de las que busca llamar la atención (en el buen o mal sentido, dependiendo de cómo te queda el vestido); si tiene mucho miriñaque abajo, estás enchapada a la antigua. Si es una misma tela de arriba a abajo, me parece que no lo pensaste mucho; si te queda bien, es porque conocés bien tu cuerpo y sabés qué cortes te favorecen (o, al menos, tu diseñadora supo decírtelo). Bueno, mil cosas más que, cuando miro, me dicen mucho de una. No prejuzgo, generalmente tiendo a apreciar y sacar el lado bueno de los vestidos que miro.

Y, por ese significado sumamente importante, están dispuestas a pagar montos sumamente siderales. En Paraguay, no tenemos la alternativa de las ferias de liquidación de los diseñadores como hay en EEUU; generalmente, los vestidos son hechos a medida y personalmente para cada novia que se presente. Así que tenés que encontrarte un modelo propio y una diseñadora o costurera.

Está demás decir, que mi vestido refleja como soy, a mi criterio. De líneas limpias y definidas, sólo dos tipos de tela: shantung y organza. uno con textura, otro con suavidad. Su estilo: yo le defino como neo-clásico. Un vestido contemporáneo que reminiscencias del Renacimiento en sólo un detalle. Aunque algunos no me crean, no tiene absolutamente ningún bordado (me encantan los bordados, pero no sé, se me dio por no tenerlos, creo que eso va a ser una sorpresa para muchos). El arte del vestido está en el cuello y a la altura del pecho. Está pensado para disimular lo que menos me gusta de mí (mi cintura), y destacar partes que más me gustan (jeje, me reservo mis comentarios). Me pone el desafío de trabajar brazos y espalda en el gimnasio, que sé que con un poco de tonificación van a quedar bien asentados en el diseño que escogí (de hecho, en una semana ya están quedando mucho mejor). Para mí, mi vestido dice: la romántica que le gusta sorprender. Fue producto de meses de búsqueda (aún sin el anillo), donde hasta recorrí tiendas de telas para encontrar las telas que me gustan, y mi amor por sus formas y texturas no decayó con el pasar del tiempo.

Por las ganas de tener el vestido que quiero, quiero que sea hecho por expertas manos. Mirando muchos años las revistas de sociales, puedo definir los estilos de las principales diseñadoras de moda de Paraguay; y bajo mi criterio y equiparándolo con el estilo de vestido que quiero, encontré una mujer que, creo yo, es la indicada para realizarme mi vestido: Roquelina Villagra.

Quitando de lado el precio porque aún no sé cuánto me va a salir (mañana les actualizo para ver si aprobamos el presupuesto), después de la reunión de hoy, puedo decir que es la decisión acertada. Para empezar, busco alguien que no acepte lo que quiero sin peros. La gente piensa que quiero las cosas sólo a mi manera, cuando en realidad, me encanta encontrarme con gente que -suavemente- me haga frente, cuando tengo ganas de escuchar opiniones. Quiero alguien que me sepa aconsejar lo mejor, de acuerdo a la ocasión y a m cuerpo. Roquelina no se calló, y si bien la encontré como la imaginaba - una señora delicada, pero perspicaz- aportó y sumó al darme sus sugerencias. Uno, me dijo que le ponga cola al vestido. Al menos que me gane un Oscar (no por teatrera, sino por buena actriz), no volveré a usarlo. Dos, me sugirió más largo el velo. Identificó las telas de la muestra fotográfica del vestido que le llevé, con el peinado y el tocado que quiero usar (y ya tengo), y supo encontrar soluciones a planteamientos que realicé. Demostró conocer las telas, las formas, ser realista con los precios de las telas y sincera en sus opiniones (sólo puede serlo con la novia que se demuestre abierta a escuchar la voz de una experta).

Así que este encuentro avivó mi día, y tengo la esperanza de que cierre con el presupuesto que tengo, ya que manejo otros precios de vestidos más trabajados que el mío (en bordados, que son los detalles más onerosos de un vestido aparte de la tela) y tengo fe en que pueda ser así, para que tenga el vestido que quiero: un vestido con pienso y corazón.

Así que me arriesgo a hacer este comentario, con la esperanza de que mañana tenga definido que Roquelina Villagra me va a hacer mi vestido de novia.


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Actualización:

Esta mañana me dieron el presupuesto de mi vestido. Excedía un poco el presupuesto que me pre-establecí (que tampoco era elevado), pero puse cara de gato con botas. No necesité convencerle a mi mamá, con quien la noche anterior, ambas tendidas en la cama, hablábamos de las pocas ocasiones en la vida en que una se hace un vestido de grand soirèe. Como la sobrepasada de ppto era muy poca (y porque dentro de todo, soy de las que no están exigiendo que sus papás tiren toda la plata del mundo en su día, e incluso me movilizo para conseguir lo que queremos al menor precio), mi mamá me autorizó a hacerme con ella. Estoy súper feliz por poder hacerme con Roquelina mi vestido!

Al paso y a tu manera: Pastas en Bellini

Shopping Mcal. López - 2º Piso - Patio de Comidas. Asunción, Paraguay

Solamente si sos una criatura te gusta irte a comer a los patios de comida. Te paseás entre las hamburgueserías y pizzerías para encontrar la comida más chatarrosa que se te cruce, y esa pedís. Ese es el criterio, o el juguetito más grande que la hamburguesa es el factor decisivo de compra.

De adultos, nos comienza un poco a tediar el bullicio, por no decir QUILOMBO de los patios de comida. Críos sueltos por el piso, siempre en el camino y prestos a ser pisoteados o hacerte caer con la bandeja de comida; mucho griterío, música ambiente, pailas y sartenes, el aire que no da abasto, las sillas que no alcanzan, el no poder sentarse a comer sin encontrarse con alguien y tener que levantarse a saludar. Si te falta un tornillo y te vas con ganas de matar gente, el patio de comidas del shopping en Asunción es el lugar donde terminás de perder los estribos.

Hay muchas razones para no ir a un patio de comidas. Sólo necesitaba una razón para ir al del Mcal. López Shopping: Bellini.

De sólo pensarlo, suspiro.

Trajeron a PY una modalidad de negocio para los que gustamos de pastas. No hay formatos predeterminados, sólo estándares en tres partes: elegí la pasta (hay desde ñoquis hasta cappelettis), elegí 8 ingredientes (todos separados en compoteritas que van poniendo sobre la sartén), elegí la salsa. Sale un plato un plato para el comensal, y hay un comensal para cada plato.

Otro bono: la comida te sale caliente, al instante. El placer de ver el vapor subir de tu plato, te inspira a disfrutar de cada bocado de un plato que armaste absolutamente a tu gusto y antojo. Le podés agregar el perejil, curry y otras especias cuando estás por dejar el local, si querés ser más exótico que ponerle queso paraguay a tu salsa.

Los cocineros son cancheros, pacientes en explicar la mecánica, te hacen un show para servirte el plato. Sólo la lasagna no es parte del espectáculo, que aunque marcha silenciosamente al horno tras el pedido, hace una gloriosa salida del fuego, a la bandeja, a la boca.

Así que cuando tengo que ir al shopping o no tengo a donde ir para comer, pienso y suspiro, y voy. Bellini hace que valga la pena el tedio de comer en un patio de comidas de shopping. Es para comer al paso, comida hecha a tu gusto.

La primera mudanza en mi vida

Chris:

Cuando me case, va a ser la primera vez que me mudo de casa…


Las vacaciones de un mes en Brasil, no cuentan…tanto. Aunque el auto parezca un camión de mudanza. Esta vez, es mi primera vez de salirme sola. Menos mal que te tengo a vos para hacer un hogar…


Esta vez, vengo con todos mis pertrechos. Voy a regalar un montón de ropa con la que no quiero que me veas, y voy a comenzar a envejecer mis ropas a tu lado. Mi humanidad también va a envejecer, pero obviemos esa parte.


Voy comprando unas cuantas cositas para no llegar tan de manos vacías a nuestro nuevo hogar. Ahora que voy a salir de casa, me doy cuenta que no soy dueña de casi absolutamente nada.


Llevo mi iPod, y prometo cargarlo con series y películas que nos gustan, así pasamos algunas horas del fin de semana acostados, compartiendo nuestra pasión por el audiovisual. También llevo música. No te vas a sorprender si me encontrás cantando mientras limpio y ordeno, o bailando sola, y no te niegues a seguirme el paso si te invito a hacerlo conmigo. Vas a tener que tolerar mi espíritu latino, tenerle a Juan Luis Guerra haciéndome rumbar, pero también llevo Jazz, Pop, bandas sonoras y demás.


Llevo unos cuantos perfumes, sabés cómo me fascinan. También unas cuantas cremas, porque la piel suave no sale de la nada. Además, es para que dentro de 30 años, la sigas sintiendo como la sentís ahora. Y en 30 años, te puedo asegurar, van a haber más cremas, así que no te asustes.


Llevo maquillaje. No uso tanto, normalmente. Aprendí a llevar la cara limpia, después de años de jugar por mi cara como un lienzo. Admirás mis pestañas desnudas, mis pecas, hasta mis granitos admirás. Pero llevo algunos insumos para ellos, aunque me quieras como esté.


A ver… llevo zapatos. No tantos como quiero. Y, aunque calcemos lo mismo, no los compartimos. Les acompañarán pocas carteras. Me vas a tener que ayudar a aumentar la colección con el pasar del tiempo. Llevo aritos, dijes, algunos regalos de hace años. Algunas de las joyas me las regalaste vos. Las uso regularmente, y las llevo con todo cariño, conmigo.


En Navidad vino una canasta espléndida, que venden en Nueva Americana, y que decidí que va a ser nuestro revistero. Ya la tengo al costado de la cama, para que nadie me la quite.


Son muchos párrafos, pero básicamente te resumo: no traigo gran cosa.


Lo último que añado a la lista de cosas que van a ser tu diaria rutina, soy yo. Vengo sin manual de instrucciones; máximo te puedo definir que soy mujer y que antes, durante, o después de una fecha en el mes, soy sensible y llorona. Después de 9 años, pensás que me conocés, pero ahora te enfrentás a un nuevo desafío: la diaria convivencia. Soy ordenada cuando tengo tiempo. Como nunca tengo tiempo, siempre hay un poquito de desorden. Pero aunque tenga que dormir menos, me tomo el tiempo y hago lo que tengo que hacer. Me gusta cocinar si tengo ganas. Sé que te gusta que te reciban con comida al llegar del trabajo, y espero poder cumplir con ese sencillo gusto. Tengo miedo de lavar tu ropa, porque sé que un hilo fuera de lugar te desquicia (aunque tu desquicie sea silencioso).


Sé que te casás conmigo no por lo mucho que pueda aportar materialmente a tu vida, porque como sabrás, no traigo mucho bagaje. Pero espero que sea por el mismo motivo que yo tengo en cuenta para animarme a dar este paso con vos: aportás tanto a mi vida, hace mucho tiempo, y estoy feliz de saber que vas a seguir haciéndolo por mucho tiempo más, hasta que Dios diga basta. Y hasta cuando no estés, te voy a llevar en el corazón, porque sos parte de mí, para siempre.


Te quiero,


Vane

Camino al altar: el cursillo

Después de 9 años de relación, algunos nos dijeron que deberían exonerarnos del cursillo prematrimonial. Es que duramos más que algunos matrimonios y, con nuestros años de co-existencia, hemos sobrevivido a vientos, mareas y tormentas; pero de todas salimos siendo mejores personas.

Pero el tiempo no nos pareció excusa; estamos entrando a una nueva etapa de nuestras vidas, y amerita escuchar las directrices espirituales para este nuevo paso. No son los mismos deberes, compromisos y responsabilidades los que tienen una pareja de novios y una pareja de esposos.
Sí, damos por sentado esto; pero a la hora de la verdad, nos comportamos como si no fuera así.

No voy a contar acá de qué nos hablan en el curso, sólo voy a contar mi perspectiva de ello. Con nuestra iglesia, tenemos tres alternativas: un cursillo grupal, que se desarrolla los domingos; un cursillo de la pareja con un pastor, entre semana; o los cursillos del Ministerio Internacional para Matrimonios u otra entidad que te dé un certificado del cursillo (obviamente tiene que tener fundamentos cristianos). Optamos por la clase de a dos: pastor y en pareja, bajo el riesgo de que me sonroje y me den ataques de risa.

De hecho, ya me dieron unos cuantos, más que nada en la primera clase. Para empezar, Chris llega antes que yo, a las 7 y 59 puntualmente. Yo llego a las 8 y él ya me recibe con su sonrisa. En general, Chris sólo llega a hora al trabajo, reuniones laborales y al cine, si es por sí solo.

Al sentarnos la primera clase, no pude evitar reírme. Recordaba que hacer este cursillo era una tarea a hacer cuando nos llegara la hora, y vivir un momento agendado hace mucho tiempo no deja de ser sorprendente. Sólo Dios sabe cómo voy a reaccionar en el altar, si me río mucho no se asusten, no va a ser por ninguna bebida espirituosa.

Llegan las lecturas de ida y venida, de preguntas existenciales que a Chris les descolocan cuando se le pregunta (cosas como: "¿qué te enamoró de ella?"), no porque no sepa, sino que así es Chris: sencillo, le gusta vivir, no necesita ponerle palabras a lo que vive. Cuando nos conocimos, me shockeaba la paz con la que tomaba las cosas; en aquel entonces yo era la eufórica máquina de emociones. Hoy él habla un poco más, y yo siento un poco menos las emociones. O, al menos, me contengo mejor.

Pensé que iban a surgir preguntas más densas, de la onda: "¿están listos para este paso?" "¿cómo van a financiar este nuevo emprendimiento?", y otras preguntas que no querría contestar a ningún extraño. Pero bueno, marcha bien así como vamos.

Entonces, con estos cursos, sólo voy mirando reacciones de nosotros dos... y a pesar de que nunca terminás de conocerle a alguien, y nunca dejan de sorprenderte, es lindo mirar que te casás con alguien a quien conocés. Por sobre todo, es lindo que alguien se case conmigo, así como soy.

Acostumbramos a tomar un cafecito express, antes de marchar cada uno a nuestras oficinas. Creo que es el momento de quiebre de rutina más grande de nuestra semana, al mirarnos y hablar de bueyes perdidos, de sucesos, preguntándonos opiniones.

Nuestros últimos minutos antes de separarnos marchan en silencio. Tomamos caminos opuestos para llegar a nuestras oficinas. Nos despedimos y cada uno continúa su día, no sin antes verificar que el otro cruzó la calle sin que le pase nada. (Pero miramos en momentos diferentes, porque si nos miramos mientras cada uno cruza la calle por su lado, lo más probable es que nos atropellen).

El fin de semana, nos juntamos para "tarea para la casa", repasamos lo que se dijo y completamos las respuestas. Es un paso más en la labor de hacer equipo. No puedo dejar de pensar en lo lindo que es estar viviendo esto.
Mi espacio, mi mundo, mi visión, a mi manera. ¡Así de sencillo es! Es de buena gente comentar, compartir y dar créditos si corresponde. Cualquier cosa dejame un comentario con tu e-mail, así contactamos.
 
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