Hoy me tocó hacer una de las visitas más esperadas por mí en todo el proceso de wedding planning: la visita a la diseñadora del vestido del gran día. Me siguieron en la tarea: mi mamá, que siempre está presta a mirar telas, modelos y demases, y mi papá, que abomina la moda y piensa levantarse de una larga siesta el día de mi casamiento, lavarse la cara y ponerse su traje para ir a la iglesia y la cena.
El vestido de novias tiene, para la mujer en general, un significado sumamente importante. Aunque ahora para muchas el blanco es una representación simbólica de pureza, si vamos a generalizar, hoy más que nada es la representación de una. En mi opinión, el vestido dice cómo sos: si está muy recargado, sos de las que busca llamar la atención (en el buen o mal sentido, dependiendo de cómo te queda el vestido); si tiene mucho miriñaque abajo, estás enchapada a la antigua. Si es una misma tela de arriba a abajo, me parece que no lo pensaste mucho; si te queda bien, es porque conocés bien tu cuerpo y sabés qué cortes te favorecen (o, al menos, tu diseñadora supo decírtelo). Bueno, mil cosas más que, cuando miro, me dicen mucho de una. No prejuzgo, generalmente tiendo a apreciar y sacar el lado bueno de los vestidos que miro.
Y, por ese significado sumamente importante, están dispuestas a pagar montos sumamente siderales. En Paraguay, no tenemos la alternativa de las ferias de liquidación de los diseñadores como hay en EEUU; generalmente, los vestidos son hechos a medida y personalmente para cada novia que se presente. Así que tenés que encontrarte un modelo propio y una diseñadora o costurera.
Está demás decir, que mi vestido refleja como soy, a mi criterio. De líneas limpias y definidas, sólo dos tipos de tela: shantung y organza. uno con textura, otro con suavidad. Su estilo: yo le defino como
neo-clásico. Un vestido contemporáneo que reminiscencias del Renacimiento en sólo un detalle. Aunque algunos no me crean, no tiene absolutamente ningún bordado (me encantan los bordados, pero no sé, se me dio por no tenerlos, creo que eso va a ser una sorpresa para muchos). El arte del vestido está en el cuello y a la altura del pecho. Está pensado para disimular lo que menos me gusta de mí (mi cintura), y destacar partes que más me gustan (jeje, me reservo mis comentarios). Me pone el desafío de trabajar brazos y espalda en el gimnasio, que sé que con un poco de tonificación van a quedar bien asentados en el diseño que escogí (de hecho, en una semana ya están quedando mucho mejor). Para mí, mi vestido dice: la romántica que le gusta sorprender. Fue producto de meses de búsqueda (aún sin el anillo), donde hasta recorrí tiendas de telas para encontrar las telas que me gustan, y mi amor por sus formas y texturas no decayó con el pasar del tiempo.
Por las ganas de tener el vestido que quiero, quiero que sea hecho por expertas manos. Mirando muchos años las revistas de sociales, puedo definir los estilos de las principales diseñadoras de moda de Paraguay; y bajo mi criterio y equiparándolo con el estilo de vestido que quiero, encontré una mujer que, creo yo, es la indicada para realizarme mi vestido:
Roquelina Villagra.
Quitando de lado el precio porque aún no sé cuánto me va a salir (mañana les actualizo para ver si aprobamos el presupuesto), después de la reunión de hoy, puedo decir que es la decisión acertada. Para empezar, busco alguien que no acepte lo que quiero sin peros. La gente piensa que quiero las cosas sólo a mi manera, cuando en realidad, me encanta encontrarme con gente que -suavemente- me haga frente, cuando tengo ganas de escuchar opiniones. Quiero alguien que me sepa aconsejar lo mejor, de acuerdo a la ocasión y a m cuerpo. Roquelina no se calló, y si bien la encontré como la imaginaba - una señora delicada, pero perspicaz- aportó y sumó al darme sus sugerencias. Uno, me dijo que le ponga cola al vestido. Al menos que me gane un Oscar (no por teatrera, sino por buena actriz), no volveré a usarlo. Dos, me sugirió más largo el velo. Identificó las telas de la muestra fotográfica del vestido que le llevé, con el peinado y el tocado que quiero usar (y ya tengo), y supo encontrar soluciones a planteamientos que realicé. Demostró conocer las telas, las formas, ser realista con los precios de las telas y sincera en sus opiniones (sólo puede serlo con la novia que se demuestre abierta a escuchar la voz de una experta).
Así que este encuentro avivó mi día, y tengo la esperanza de que cierre con el presupuesto que tengo, ya que manejo otros precios de vestidos más trabajados que el mío (en bordados, que son los detalles más onerosos de un vestido aparte de la tela) y tengo fe en que pueda ser así, para que tenga el vestido que quiero:
un vestido con pienso y corazón.Así que me arriesgo a hacer este comentario, con la esperanza de que mañana tenga definido que Roquelina Villagra me va a hacer mi vestido de novia.
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Actualización:Esta mañana me dieron el presupuesto de mi vestido. Excedía un poco el presupuesto que me pre-establecí (que tampoco era elevado), pero puse cara de gato con botas. No necesité convencerle a mi mamá, con quien la noche anterior, ambas tendidas en la cama, hablábamos de las pocas ocasiones en la vida en que una se hace un vestido de
grand soirèe. Como la sobrepasada de ppto era muy poca (y porque dentro de todo, soy de las que no están exigiendo que sus papás tiren toda la plata del mundo en su día, e incluso me movilizo para conseguir lo que queremos al menor precio), mi mamá me autorizó a hacerme con ella. Estoy súper feliz por poder hacerme con Roquelina mi vestido!