La delgada línea entre diplomacía e hipocresía
Lo difícil no es encontrar una persona buena. Lo difícil es que sea sincera.
Me sigue sorprendiendo la falta de sinceridad que una persona puede tener, sobre todo consigo misma, a la hora de lidiar con la gente y el mundo. Uno puede" configurarse" momentáneamente para dirigirle hipócritamente la palabra a una persona, donde se le nota la incomodidad por tener que hacerlo, para obtener lo que quiere.
Pero, ¿a quíen le embroma? No le cae nadie, y no le cae a nadie tampoco. Sigue con sus días hipócritas, marchando por la vida. Exacerbando infelicidad. Acumulando aberraciones. Pero no las mías.
Así que me encontré una nueva meta - ser diplomática, no hipócrita, con todos y con todo, porque es una cosa que aborrezco en los demás. Me determiné a no odiar a nadie, al menos que sea absolutamente necesario (¿cuándo lo es?). Se vive más saludablemente. Los pies son más ligeros, la sonrisa es más grande, la realización es más próxima.
Lo peor que podés hacerle a tu enemigo, es ser indiferente al mismo.
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VaneRV
on lunes, julio 20, 2009
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De un tiempo, a esta parte
Trato mucho de no mirar atrás porque me da mucha melancolía. Me pone sentimental la distancia de gente querida, el darme cuenta que, por ningún motivo en particular, la vida me separó de gente muy importante, aún si hoy estoy rodeada de amigos fabulosos y de gente cuya amistad he conservado por muchos, muchos años. Pero hay veces que el pasado se me atraviesa en la cara, y prácticamente me da una bofetada.
Facebook es una buena herramienta para eso. Si bien abundan novedades, galletas, misfortunios, pensamientos, fotos y pets de gente con la que convivo cotidianamente, a veces la red social te sorprende con grandes novedades de esas personas que hoy están lejos y alguna vez, estuvieron muy cerca del corazón.
Me cruzé con una actualización de fotos, de una persona. Estaba sosteniendo un bebé en sus brazos. Era su bebé, de esos que le tomó tiempo gestar y tiene la mitad de su ADN. Me dejó gélida. Se me llenaron los ojos de lágrimas, en sólo instantes. Estaba en la oficina, y comencé a lagrimear y pensar.
Pensé en esos momentos en que lo que más nos preocupaba eran las calorías de los cookies y qué nos íbamos a poner en el próximo quinceaños. Pensé en nuestras ópticas de los hombres, cómo nos preguntábamos si íbamos a encontrar alguien que sea digno de nuestra confianza y total entrega. Nos preguntamos cuántos sapos iban a rondar antes de que aparezca un idóneo.
Y ahora le veo... tan mujer. Tan llena de significado en su vida. Todo por esa vi da que tiene en sus brazos, y que al mundo se animó a traer. Pienso en cómo me gustaría haber estado a su lado, en cada ecografía, cuando esté armando su valijita para ir al sanatorio, cuando estaba decidiendo el color del nursery.
Me di cuenta que a veces, se puede tener un cariño no correspondido, y que en parte soy responsable de ello. Aunque creo que hice todo lo que era posible, y no arriesgué más sólo por no ser más herida.
Sé que es cuestión de tiempo y distancia, pero no puedo evitarlo: duele. Me ha pasado, y me sigue sorprendiendo que me pase. Me pregunto si a alguien le hago sentir así... qué sentimiento más desagradable.
Trato mucho de no mirar atrás porque me da mucha melancolía. Me pone sentimental la distancia de gente querida, el darme cuenta que, por ningún motivo en particular, la vida me separó de gente muy importante, aún si hoy estoy rodeada de amigos fabulosos y de gente cuya amistad he conservado por muchos, muchos años. Pero hay veces que el pasado se me atraviesa en la cara, y prácticamente me da una bofetada.
Facebook es una buena herramienta para eso. Si bien abundan novedades, galletas, misfortunios, pensamientos, fotos y pets de gente con la que convivo cotidianamente, a veces la red social te sorprende con grandes novedades de esas personas que hoy están lejos y alguna vez, estuvieron muy cerca del corazón.
Me cruzé con una actualización de fotos, de una persona. Estaba sosteniendo un bebé en sus brazos. Era su bebé, de esos que le tomó tiempo gestar y tiene la mitad de su ADN. Me dejó gélida. Se me llenaron los ojos de lágrimas, en sólo instantes. Estaba en la oficina, y comencé a lagrimear y pensar.
Pensé en esos momentos en que lo que más nos preocupaba eran las calorías de los cookies y qué nos íbamos a poner en el próximo quinceaños. Pensé en nuestras ópticas de los hombres, cómo nos preguntábamos si íbamos a encontrar alguien que sea digno de nuestra confianza y total entrega. Nos preguntamos cuántos sapos iban a rondar antes de que aparezca un idóneo.
Y ahora le veo... tan mujer. Tan llena de significado en su vida. Todo por esa vi da que tiene en sus brazos, y que al mundo se animó a traer. Pienso en cómo me gustaría haber estado a su lado, en cada ecografía, cuando esté armando su valijita para ir al sanatorio, cuando estaba decidiendo el color del nursery.
Me di cuenta que a veces, se puede tener un cariño no correspondido, y que en parte soy responsable de ello. Aunque creo que hice todo lo que era posible, y no arriesgué más sólo por no ser más herida.
Sé que es cuestión de tiempo y distancia, pero no puedo evitarlo: duele. Me ha pasado, y me sigue sorprendiendo que me pase. Me pregunto si a alguien le hago sentir así... qué sentimiento más desagradable.
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on jueves, julio 16, 2009
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Los indígenas en medio de Asunción:
Evadiendo la realidad de los extraños
¿Cuántos de nosotros pasamos diariamente en los alrededores de la plaza Uruguaya, en el antiguo centro de Asunción? ¿Y cuántos de nosotros somos indiferentes a la situación que se vive ahí?
Transitamos en nuestros autos polarizados, o corremos si pasamos a pie para que los habitantes de la plaza no nos pidan dinero, o cerramos los ojos y dormitamos cuando pasamos en bus. Y, en el proceso, tapamos las narices para no sentir el nauseabundo aroma que emana de esa manzana que antes era un espacio verde. Hacemos de todo para evadir esa realidad que choca.
Son indígenas que, literalmente, viven con bolsas negras sobre sus cabezas. Cuelgan las churas de las carnes que cocinan en sus fogones, en los árboles, las cuerdas y los carteles. Hace menos de 10 grados, pero sus niños andan descalzos. Incluso vi una nenita de 3 años desnuda, sin absolutamente más nada que su cabellito corto encima de su piel, en la gélida temperatura que a los afortunados nos impulsa a buscar los más gruesos abrigos de nuestros closets.
Y hace varios días me atormentan mil preguntas y sentimientos en mi cabeza. ¿Alguien alguna vez murió ahí, en esa plaza? ¿Están mejor ahí, en el medio de la ciudad, sin poder hacerse entender, que en el lugar de donde vinieron? ¿Quién los trajo? ¿Qué les dijeron para convencerles de venir? Supongo que no les habrán avisado que iban a vivir en el piso frío, que la gente de la ciudad en general es indiferente a su sufrimiento, que para comer hay que agarrar de la basura, robar o mendigar.
Me duele, bien profundo y adentro. No quiero más pasar por ahí. No quiero más ver sus rostros descolocados en el noticiero. No quiero ver estos videos en la oficina, las capturas de prensa, con sus pies descalzos, sus manos hurgando en la basura, sus minutos de vida pasando sin una razón de ser. Todo esto se resume y centra en que no quiero más que vivan así.
No pretendo hacer asistencialismo. No quiero movilizar gente para llevarles ropa o comida. No tengo manera de conseguirles trabajo a esa multitud de gente. No sé qué fue lo que les trajo a esta Capital, que creyeron que aquí iban a encontrar solución. No sé cuál es la realidad trágica que viven en el lugar de donde vienen. Sólo sé que alguien en el gobierno tiene que hacer su trabajo, y solucionar este problema desde el fondo de la raíz del problema.
Me siento impotente, y no me gusta.
Evadiendo la realidad de los extraños
¿Cuántos de nosotros pasamos diariamente en los alrededores de la plaza Uruguaya, en el antiguo centro de Asunción? ¿Y cuántos de nosotros somos indiferentes a la situación que se vive ahí?
Transitamos en nuestros autos polarizados, o corremos si pasamos a pie para que los habitantes de la plaza no nos pidan dinero, o cerramos los ojos y dormitamos cuando pasamos en bus. Y, en el proceso, tapamos las narices para no sentir el nauseabundo aroma que emana de esa manzana que antes era un espacio verde. Hacemos de todo para evadir esa realidad que choca.
Son indígenas que, literalmente, viven con bolsas negras sobre sus cabezas. Cuelgan las churas de las carnes que cocinan en sus fogones, en los árboles, las cuerdas y los carteles. Hace menos de 10 grados, pero sus niños andan descalzos. Incluso vi una nenita de 3 años desnuda, sin absolutamente más nada que su cabellito corto encima de su piel, en la gélida temperatura que a los afortunados nos impulsa a buscar los más gruesos abrigos de nuestros closets.
Y hace varios días me atormentan mil preguntas y sentimientos en mi cabeza. ¿Alguien alguna vez murió ahí, en esa plaza? ¿Están mejor ahí, en el medio de la ciudad, sin poder hacerse entender, que en el lugar de donde vinieron? ¿Quién los trajo? ¿Qué les dijeron para convencerles de venir? Supongo que no les habrán avisado que iban a vivir en el piso frío, que la gente de la ciudad en general es indiferente a su sufrimiento, que para comer hay que agarrar de la basura, robar o mendigar.
Me duele, bien profundo y adentro. No quiero más pasar por ahí. No quiero más ver sus rostros descolocados en el noticiero. No quiero ver estos videos en la oficina, las capturas de prensa, con sus pies descalzos, sus manos hurgando en la basura, sus minutos de vida pasando sin una razón de ser. Todo esto se resume y centra en que no quiero más que vivan así.
No pretendo hacer asistencialismo. No quiero movilizar gente para llevarles ropa o comida. No tengo manera de conseguirles trabajo a esa multitud de gente. No sé qué fue lo que les trajo a esta Capital, que creyeron que aquí iban a encontrar solución. No sé cuál es la realidad trágica que viven en el lugar de donde vienen. Sólo sé que alguien en el gobierno tiene que hacer su trabajo, y solucionar este problema desde el fondo de la raíz del problema.
Me siento impotente, y no me gusta.
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on lunes, julio 13, 2009
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Asunción,
Dal Buongustaio,
restaurantes
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Restaurantes en Asunción:
Dal Buongustaio
Avda. Mcal. López 5200 casi RI 3 Mongelós - Tel. (595 21) 604 953
Un viernes de noche es un día de la semana que amerita aprovecharse para salir de la rutina, cuando el cansancio no te abate con tanta fuerza que te impulsa a desfallecer en tu cama para recuperarse del cansancio de la semana. Muchos no ven la hora de que llegue el viernes para salir; yo sólo quiero llegar a mi cama y dormir.
No fue un viernes fácil. Cuando llueve, Asunción te exige el doble de tiempo en el tránsito. La ligera llovizna y el cansancio, sin embargo, no aguaron la agenda de la noche. Había un cumpleaños al que me comprometí asistir, y ahí fuimos con Chris, a la pizzería bien cerca del Hiperseis.
Es un restaurante que visité al menos 5 veces, y como recién ahora tomé la costumbre de contarles las experiencias que tenemos visitando restaurantes, le toca ser presentado aquí. Es una casa de familia hecha restaurante; una chimenea encendida nos esperaba a 15 comensales, que encontramos la reserva cumplida con mesas acomodadas para el festejo. Muebles antiguos, ambiente añejo, lo suficiente como para hacerle sentir a uno en su casa y no en un museo.
La carta de este restaurante es de 47 sabores de pizzas, con la posibilidad de realizar agregados personales. También hay platos de pastas -es un restaurante vinculado a Spaghettoteca, hablé un post atrás sobre ellos-, además de la carta de postres y una variedad de vinos internacionales.
Chris y yo compartimos la pizza de tamaño grande a la leña, en dos sabores: panceta con tomate y cebolla. Dicen que este último ingrediente puede ser motivo de divorcio, pero como a nosotros dos nos gusta, y no será suficiente para hacernos almas gemelas, pero al menos en comida, nos entendemos. Chris siempre cede a las anchoas y al roquefort, dos gustos que no tolero -y hay pocas cosas en este mundo que no como.
La fría noche no apagó el calor de la pizza sacada del vivo fuego, entregada rápidamente a nuestra mesa y realizada con masa fina y crocante. Cada uno de los gustos se agarraban de la mano y se entrelazaban entre sí, para permitirnos experimentar una masa clásica, casera, distinguida en gusto, con cada ingrediente en su lugar. No podía pedir más. Por sobre todo, el tamaño de la pizza nos satisfizo a los dos (aunque Chris deliró por dos pedazos más de roquefort y anchoas que le comió a Osvaldo).
Los mozos fueron pacientes con todo el loquerío, pero no creo que nos vuelvan a dejar entrar al restaurante. Este fue un grupo muy bullicioso que era más apto para Burger King que para un restaurante italiano. La dueña también parecía pensarlo así. Normalmente está algo malhumorada, a ella su restaurante parece no divertirle. Esta vez, quienes nos atendían eran más ágiles que la última vez que fuimos -dos semanas antes, donde suspiré y dije que ya no volvía más en mucho tiempo a ese lugar. Se come muy bien por Gs. 50 mil por la pareja.
Un buen ambiente para visitar, aunque tenga sus semanas en que todo parece estar del revés -el servicio tarda a veces, por ejemplo. Aunque lo más importante, que es la comida, siempre llega impecable.
Dal Buongustaio
Avda. Mcal. López 5200 casi RI 3 Mongelós - Tel. (595 21) 604 953
Un viernes de noche es un día de la semana que amerita aprovecharse para salir de la rutina, cuando el cansancio no te abate con tanta fuerza que te impulsa a desfallecer en tu cama para recuperarse del cansancio de la semana. Muchos no ven la hora de que llegue el viernes para salir; yo sólo quiero llegar a mi cama y dormir.
No fue un viernes fácil. Cuando llueve, Asunción te exige el doble de tiempo en el tránsito. La ligera llovizna y el cansancio, sin embargo, no aguaron la agenda de la noche. Había un cumpleaños al que me comprometí asistir, y ahí fuimos con Chris, a la pizzería bien cerca del Hiperseis.
Es un restaurante que visité al menos 5 veces, y como recién ahora tomé la costumbre de contarles las experiencias que tenemos visitando restaurantes, le toca ser presentado aquí. Es una casa de familia hecha restaurante; una chimenea encendida nos esperaba a 15 comensales, que encontramos la reserva cumplida con mesas acomodadas para el festejo. Muebles antiguos, ambiente añejo, lo suficiente como para hacerle sentir a uno en su casa y no en un museo.
La carta de este restaurante es de 47 sabores de pizzas, con la posibilidad de realizar agregados personales. También hay platos de pastas -es un restaurante vinculado a Spaghettoteca, hablé un post atrás sobre ellos-, además de la carta de postres y una variedad de vinos internacionales.
Chris y yo compartimos la pizza de tamaño grande a la leña, en dos sabores: panceta con tomate y cebolla. Dicen que este último ingrediente puede ser motivo de divorcio, pero como a nosotros dos nos gusta, y no será suficiente para hacernos almas gemelas, pero al menos en comida, nos entendemos. Chris siempre cede a las anchoas y al roquefort, dos gustos que no tolero -y hay pocas cosas en este mundo que no como.
La fría noche no apagó el calor de la pizza sacada del vivo fuego, entregada rápidamente a nuestra mesa y realizada con masa fina y crocante. Cada uno de los gustos se agarraban de la mano y se entrelazaban entre sí, para permitirnos experimentar una masa clásica, casera, distinguida en gusto, con cada ingrediente en su lugar. No podía pedir más. Por sobre todo, el tamaño de la pizza nos satisfizo a los dos (aunque Chris deliró por dos pedazos más de roquefort y anchoas que le comió a Osvaldo).
Los mozos fueron pacientes con todo el loquerío, pero no creo que nos vuelvan a dejar entrar al restaurante. Este fue un grupo muy bullicioso que era más apto para Burger King que para un restaurante italiano. La dueña también parecía pensarlo así. Normalmente está algo malhumorada, a ella su restaurante parece no divertirle. Esta vez, quienes nos atendían eran más ágiles que la última vez que fuimos -dos semanas antes, donde suspiré y dije que ya no volvía más en mucho tiempo a ese lugar. Se come muy bien por Gs. 50 mil por la pareja.
Un buen ambiente para visitar, aunque tenga sus semanas en que todo parece estar del revés -el servicio tarda a veces, por ejemplo. Aunque lo más importante, que es la comida, siempre llega impecable.
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on martes, julio 07, 2009
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Asunción,
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Spaghettoteca
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Llegó un nuevo tópico al blog: coolhunting de restaurantes de Asunción
Dado que la gripe AH1N1 llegó al país y los lugares agolpados de gente son amenazantes, además de la presencia de amigos ermitaños en mi vida que odian la masificación de la gente, ahora estamos haciendo coolhunting de restaurantes o lugares para alimentarnos en la capital de nuestros amores, Asunción.
Comer en mi casa últimamente no es una opción; las últimas visitas de mis amigos se tratan de mi abuela mirando con cara de sospecha, preguntando por qué estamos tan tarde haciendo ruido, cuestionándose en voz alta por qué mi mamá nos crió para ser así (¿para ser cómo? ¿Ver DVD con amigos en casa un sábado a la noche? La loca de mi madre). Como mi casa se convirtió en un ambiente hostil, cortesía de mamama, tenemos que buscar un barranco de refugio y diversión en otra parte. Mi mamá tiene meriendas con sus compañeras y amigas; mi papá tiene sus pescas ocasionales y es el que más paciencia tiene ante la situación (sólo porque mi abuela no le fastidia tanto a él como al resto de nosotros). Hugui tiene la casa de Franco para ir a vivir; Meli y yo tenemos nuestros sábados de noche para salir.
Hay restaurantes para todos los gustos, así que para ubicarse en nuestro contexto, les facilito que somos jóvenes de ambos sexos (la gran mayoría de las veces son casi todos varones y con suerte, somos 2 mujeres -suena feo pero no lo es), 21 años para arriba, con trabajos estables o con alguien que nos pase plata, equilibradores de presupuesto, pero con el deseo de buen comer. Hecha la salvedad, van a poder entender nuestras opciones gourmet. El primer destino fue...
Spaghettoteca
Bruselas 1690 casi San Martín - Asunción
Una calle llena de vehículos, y ninguno era de los comensales de este restaurante. Al lado del restaurante vive uno de los actores (el más bajito) de Comisaría 13 - nos pidió cigarrillos a tres inocentes, nosotros le hubiéramos pedido su autógrafo en todo caso.
Nos costó situarnos un poco y encontrar el restaurante, porque el cartel publicitario está desteñido y con la luz apagada -probablemente quemada. Sólo vimos el exhibidor desde una vidriera, donde se venden pastas frescas y salsas para llevar a domicilio, y una puertita que intuimos era el acceso al restaurante. Acertamos.
Nos encontramos con un ambiente añejado, totalmente silencioso, y la presencia de una pareja de viejitos que estaban en sus 80 años al menos, tomando vino y aguardando sus platos. Cuando entramos, ni nos prestaron atención, seguían en su jugueteo de manos y sus risas. El silencio no nos molestó en lo mínimo; era la paz que estábamos buscando.
Procedimos a sentarnos, y vino un señor muy agradable, que asumo era el dueño del establecimiento. No estaba de malhumor porque Rapai tenía más cliente que él, a 30 metros de su local. Nos entregó la carta y aguardó que nos decidamos desde el bar de su local. Coordinamos incluso un pedido vía celular, para un amigo que estaba llegando al lugar. También nos facilitó alcohol en gel para desinfectarnos las manos, lo cual me pareció el más lindo de los gestos para estos tiempos de ansiedad por la higiene de un lugar.
Cada uno se decidió por lo suyo: yo elegí ravioles con salsa rosa, panceta y pepperonni (no era todo lo que tenía mi plato, pero ahora prometo prestar más atención a los ingredientes y nombres, recién hace un rato se me ocurrió escribir en el blog). Chris eligió algo tradicional: una lasagna alla bolognesa. Amilcar y Felipe, siempre más clásicos, fueron con un plato de ravioles con salsa blanca y gnoqqui con salsa bolognesa, respectivamente.
Los 4 platos se presentaron calentitos en nuestras mesas, con una canasta de pan francés caliente. Yo tenía permiso de picar del plato de Amilcar, que estaba muy rico, pero tengo que confesar que me quedé enganchada con la lasagna de Chris. Una vez más, el chico acertó su pedido y yo me quedé con las ganas de comer lo que él tenía; el problema es que siempre que pido su plato, no es tan rico como lo recuerdo.
Esta lasagna alla bolognesa, con sus capas de carne molida, salsa roja y jamón y queso en salsa blanca, estaba armoniosamente cocinada, presentada en buen tamaño para satisfacer a alguien con buen apetito.
Mi plato estaba rico, pero esperaba sentirle más a la panceta (esa fue la razón del pedido del plato). Pero el pepperonni picante competía por mi atención, y terminó ganando, para su deleite y no el mío. Terminó siendo algo picantecillo, y si bien era perfecto para mis ravioles de ricotta, no soy fan de lo picante. Yo soñaba con mi panceta, grasosa y engordante como es. Me quedé prendida a la comida de Chris, y una vez más, no era mi comida. ¿Será el plato, o seré yo el problema?
En un ambiente que evocaba a la mafia italiana, conversamos entre los cuatro acerca de intrigas y cambios drásticos de nuestro contexto eclesiástico. Establecimos hipótesis y las fundamentamos. Pensamos y abrimos el corazón en un ambiente sin prejuicios, sin miedos a ser juzgados, y con libertad para hablar y replicar.
La rápida pasada de horas nos impulsó a pedir la cuenta. Fue ahí que descubrí que la voz del mozo-dueño del restaurante era como la de Alf. Pero teníamos que comprobar que era así, entonces premeditadamente le pregunté: "tendrías problema en hacerme una factura?", a lo que él contestó, con el mismo tono y las mismas palabras que haría Alf: "No hay problema".
Los platos nos costaron Gs. 24 mil a cada uno, más el tipping y las gaseosas. La pasamos bien, comimos rico, estuvimos tranquilos. Nada más podían pedir 4 amigos ermitaños.
Estoy preocupada por dónde vamos a comer el próximo sábado, así que si tienen sugerencias, déjenmelas en la sección de mensajes, hagan el favor.
Dado que la gripe AH1N1 llegó al país y los lugares agolpados de gente son amenazantes, además de la presencia de amigos ermitaños en mi vida que odian la masificación de la gente, ahora estamos haciendo coolhunting de restaurantes o lugares para alimentarnos en la capital de nuestros amores, Asunción.
Comer en mi casa últimamente no es una opción; las últimas visitas de mis amigos se tratan de mi abuela mirando con cara de sospecha, preguntando por qué estamos tan tarde haciendo ruido, cuestionándose en voz alta por qué mi mamá nos crió para ser así (¿para ser cómo? ¿Ver DVD con amigos en casa un sábado a la noche? La loca de mi madre). Como mi casa se convirtió en un ambiente hostil, cortesía de mamama, tenemos que buscar un barranco de refugio y diversión en otra parte. Mi mamá tiene meriendas con sus compañeras y amigas; mi papá tiene sus pescas ocasionales y es el que más paciencia tiene ante la situación (sólo porque mi abuela no le fastidia tanto a él como al resto de nosotros). Hugui tiene la casa de Franco para ir a vivir; Meli y yo tenemos nuestros sábados de noche para salir.
Hay restaurantes para todos los gustos, así que para ubicarse en nuestro contexto, les facilito que somos jóvenes de ambos sexos (la gran mayoría de las veces son casi todos varones y con suerte, somos 2 mujeres -suena feo pero no lo es), 21 años para arriba, con trabajos estables o con alguien que nos pase plata, equilibradores de presupuesto, pero con el deseo de buen comer. Hecha la salvedad, van a poder entender nuestras opciones gourmet. El primer destino fue...
Spaghettoteca
Bruselas 1690 casi San Martín - Asunción
Una calle llena de vehículos, y ninguno era de los comensales de este restaurante. Al lado del restaurante vive uno de los actores (el más bajito) de Comisaría 13 - nos pidió cigarrillos a tres inocentes, nosotros le hubiéramos pedido su autógrafo en todo caso.
Nos costó situarnos un poco y encontrar el restaurante, porque el cartel publicitario está desteñido y con la luz apagada -probablemente quemada. Sólo vimos el exhibidor desde una vidriera, donde se venden pastas frescas y salsas para llevar a domicilio, y una puertita que intuimos era el acceso al restaurante. Acertamos.
Nos encontramos con un ambiente añejado, totalmente silencioso, y la presencia de una pareja de viejitos que estaban en sus 80 años al menos, tomando vino y aguardando sus platos. Cuando entramos, ni nos prestaron atención, seguían en su jugueteo de manos y sus risas. El silencio no nos molestó en lo mínimo; era la paz que estábamos buscando.
Procedimos a sentarnos, y vino un señor muy agradable, que asumo era el dueño del establecimiento. No estaba de malhumor porque Rapai tenía más cliente que él, a 30 metros de su local. Nos entregó la carta y aguardó que nos decidamos desde el bar de su local. Coordinamos incluso un pedido vía celular, para un amigo que estaba llegando al lugar. También nos facilitó alcohol en gel para desinfectarnos las manos, lo cual me pareció el más lindo de los gestos para estos tiempos de ansiedad por la higiene de un lugar.
Cada uno se decidió por lo suyo: yo elegí ravioles con salsa rosa, panceta y pepperonni (no era todo lo que tenía mi plato, pero ahora prometo prestar más atención a los ingredientes y nombres, recién hace un rato se me ocurrió escribir en el blog). Chris eligió algo tradicional: una lasagna alla bolognesa. Amilcar y Felipe, siempre más clásicos, fueron con un plato de ravioles con salsa blanca y gnoqqui con salsa bolognesa, respectivamente.
Los 4 platos se presentaron calentitos en nuestras mesas, con una canasta de pan francés caliente. Yo tenía permiso de picar del plato de Amilcar, que estaba muy rico, pero tengo que confesar que me quedé enganchada con la lasagna de Chris. Una vez más, el chico acertó su pedido y yo me quedé con las ganas de comer lo que él tenía; el problema es que siempre que pido su plato, no es tan rico como lo recuerdo.
Esta lasagna alla bolognesa, con sus capas de carne molida, salsa roja y jamón y queso en salsa blanca, estaba armoniosamente cocinada, presentada en buen tamaño para satisfacer a alguien con buen apetito.
Mi plato estaba rico, pero esperaba sentirle más a la panceta (esa fue la razón del pedido del plato). Pero el pepperonni picante competía por mi atención, y terminó ganando, para su deleite y no el mío. Terminó siendo algo picantecillo, y si bien era perfecto para mis ravioles de ricotta, no soy fan de lo picante. Yo soñaba con mi panceta, grasosa y engordante como es. Me quedé prendida a la comida de Chris, y una vez más, no era mi comida. ¿Será el plato, o seré yo el problema?
En un ambiente que evocaba a la mafia italiana, conversamos entre los cuatro acerca de intrigas y cambios drásticos de nuestro contexto eclesiástico. Establecimos hipótesis y las fundamentamos. Pensamos y abrimos el corazón en un ambiente sin prejuicios, sin miedos a ser juzgados, y con libertad para hablar y replicar.
La rápida pasada de horas nos impulsó a pedir la cuenta. Fue ahí que descubrí que la voz del mozo-dueño del restaurante era como la de Alf. Pero teníamos que comprobar que era así, entonces premeditadamente le pregunté: "tendrías problema en hacerme una factura?", a lo que él contestó, con el mismo tono y las mismas palabras que haría Alf: "No hay problema".
Los platos nos costaron Gs. 24 mil a cada uno, más el tipping y las gaseosas. La pasamos bien, comimos rico, estuvimos tranquilos. Nada más podían pedir 4 amigos ermitaños.
Estoy preocupada por dónde vamos a comer el próximo sábado, así que si tienen sugerencias, déjenmelas en la sección de mensajes, hagan el favor.
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on lunes, julio 06, 2009
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estafa Piramidal,
iglesia,
Marketing Multinivel,
Paraguay
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La falsa prosperidad: que se caigan las vendas
La continuación de este artículo, deberías leerlo primero
Está de moda jactarse de hacer dinero a través de la estafa. Uno le plantea a las personas que "Elite es estafa piramidal" y atinan a responderte: "pero yo hago dinero" - como si una cosa tuviera algo que ver con la otra.
Estas personas están cegadas y creen que, porque hacen dinero, lo que hacen no está mal. Pero los cafichos también hacen negocio y ganan dinero, lo que no significa que esté bien lo que hacen.
Tenemos que asincerarnos con nosotros mismos, dejar de embromarle a la gente y abrir el corazón para ser humildes y reconocer cuando nos equivocamos.
En las iglesias se está poluyendo el concepto de prosperidad. Hoy, algunos líderes siguen aprovechándose de la confianza que sus discípulos depositan en ellos para involucrarles en una cadena de generación de dinero a costa de la inocencia (o ignorancia?) de demases. La gente responde "Pero mi líder me invitó", como si eso lo hiciera correcto.
La gente está creyendo que la prosperidad es hacer dinero fácil, a costa de la emocionalidad e ignorancia de la gente, con proyectos fundamentados en versículos descontextualizados, sin siquiera informarse un poco más en el tema.
Hoy en día tirás un versículo dentro de tu proyecto, y está armado tu negocio. La gente se traga lo que decís sin masticar. Con ese patrón de pensamiento, voy a fundar mi agencia de sicarios y matones, y voy a decir que "Dios hace las cosas para vengar a quienes afligen a sus hijos". Unos cuantos clientes he de tener.
¿En qué está la prosperidad, se preguntarán? Yo también me pregunté. A los que nos prendemos de la Palabra de Dios como guía para el caminar en la vida, podemos afirmar que "prosperidad", que en hebreo es "stalach" (empujar para adelante), "sakal" (ser inteligente), "shalah" (tener paz, seguridad, felicidad) y en griego es "euodoo" (triunfar en lograr), significa trabajar con inteligencia para triunfar en la vida, bajo los parámetros que nos puso Dios.
Las advertencias pertinentes a todas aquellas personas que dicen llamarse cristianas e insisten en prosperar en base a un modelo de engaño como lo es el Esquema Piramidal:
"Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1 Timoteo 6: 9-11)
Para los que se están peleando por meter gente en su sistema de Marketing Multinivel, acusando al otro "bando" de engañoso:
"... gente que tiene la mente pervertida y no conoce la verdad, y que toma la religión por una fuente de riqueza." (1º Timoteo 6:5)
Por si no te bastan, más versículos sobre el amor al dinero:
"No amen el dinero: conténtense con lo que tienen, porque Dios dijo: Nunca te dejará ni te abandonaré" (Hebreos 13:5).
Jesús advirtió, “Mirad, guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee." (Lucas 12:15).
PD: le veo el lado bueno a esto - desde que escribo del tema, nadie nunca más me volvió a romper las /&$"! con este tema.
La continuación de este artículo, deberías leerlo primero
Está de moda jactarse de hacer dinero a través de la estafa. Uno le plantea a las personas que "Elite es estafa piramidal" y atinan a responderte: "pero yo hago dinero" - como si una cosa tuviera algo que ver con la otra.
Estas personas están cegadas y creen que, porque hacen dinero, lo que hacen no está mal. Pero los cafichos también hacen negocio y ganan dinero, lo que no significa que esté bien lo que hacen.
Tenemos que asincerarnos con nosotros mismos, dejar de embromarle a la gente y abrir el corazón para ser humildes y reconocer cuando nos equivocamos.
En las iglesias se está poluyendo el concepto de prosperidad. Hoy, algunos líderes siguen aprovechándose de la confianza que sus discípulos depositan en ellos para involucrarles en una cadena de generación de dinero a costa de la inocencia (o ignorancia?) de demases. La gente responde "Pero mi líder me invitó", como si eso lo hiciera correcto.
La gente está creyendo que la prosperidad es hacer dinero fácil, a costa de la emocionalidad e ignorancia de la gente, con proyectos fundamentados en versículos descontextualizados, sin siquiera informarse un poco más en el tema.
Hoy en día tirás un versículo dentro de tu proyecto, y está armado tu negocio. La gente se traga lo que decís sin masticar. Con ese patrón de pensamiento, voy a fundar mi agencia de sicarios y matones, y voy a decir que "Dios hace las cosas para vengar a quienes afligen a sus hijos". Unos cuantos clientes he de tener.
¿En qué está la prosperidad, se preguntarán? Yo también me pregunté. A los que nos prendemos de la Palabra de Dios como guía para el caminar en la vida, podemos afirmar que "prosperidad", que en hebreo es "stalach" (empujar para adelante), "sakal" (ser inteligente), "shalah" (tener paz, seguridad, felicidad) y en griego es "euodoo" (triunfar en lograr), significa trabajar con inteligencia para triunfar en la vida, bajo los parámetros que nos puso Dios.
Las advertencias pertinentes a todas aquellas personas que dicen llamarse cristianas e insisten en prosperar en base a un modelo de engaño como lo es el Esquema Piramidal:
"Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1 Timoteo 6: 9-11)
Para los que se están peleando por meter gente en su sistema de Marketing Multinivel, acusando al otro "bando" de engañoso:
"... gente que tiene la mente pervertida y no conoce la verdad, y que toma la religión por una fuente de riqueza." (1º Timoteo 6:5)
Por si no te bastan, más versículos sobre el amor al dinero:
"No amen el dinero: conténtense con lo que tienen, porque Dios dijo: Nunca te dejará ni te abandonaré" (Hebreos 13:5).
Jesús advirtió, “Mirad, guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee." (Lucas 12:15).
PD: le veo el lado bueno a esto - desde que escribo del tema, nadie nunca más me volvió a romper las /&$"! con este tema.