Para mí, este nuevo "estilo" de vida es un cambio, en muchos aspectos. Primero: pasé de un caserón de 400 m2 en el cual viví toda mi vida, a un departamento de 45 m2. Cuarenta y cinco, literalmente. Googleé "cómo decorar departamentos pequeños" y me sorprendí de las soluciones que daban para departamentos de 20 metros2 (mucho más chicos que el nuestro!), y tomé como sugerencias algunos aspectos.
Cuando suceden estas mudanzas importantes en tu vida, te pone el cachivacherismo* en perspectiva. En mi casa de soltera, como único ejemplo, comento que había 15 cucharas de madera en la cocina (sólo Dios sabe por qué), mientras que acá me entran 2. No hay lugar para guardar cosas que no usás. Ese es el encanto de los espacios compactos, que te desafían a ser prácticos.
El día que nos mudamos, el condominio irradiaba alegría: todos estaban entrando con sus pertenencias a un lugar nuevo. No sé si alguien estaba más feliz que nosotros, pero vi muchas personas, solas, en pareja, en familia, felices por el nuevo espacio. Los que estábamos en los pisos inferiores hacíamos logística de subida de sofás, colchones y demases por las barandas (las escaleras no eran muy anchas) y creo que no soy la única que observaba el movimiento de los demás.
Y, durante la primera semana, la Vecindad era un espacio abierto. Nadie pensó en el petit detalle de las cortinas, así que todos nos mirábamos y mirábamos las vidas en el interior de cada departamento. Desde la familia que canta karaoke de madrugada entre semana, hasta la señora que no deja de repasar la casa, la empleada que le pone cumbia a la pobre criatura cuando los papás se van a trabajar.
Con el pasar de las semanas, la gente fue colocando cortinas (sólo vimos un caso de una olvidadiza vecina recorriendo en corpiño, pero no pasó a mayores), y la gente fue montando sus hogares. Siguieron llegando camiones de sofás (tengo la hipótesis de que los vecinos veían el sofá que uno compraba y llamaban al negocio a comprar el suyo, porque la gente de Milenio Furniture vino mil veces acá), televisores. Incluso mi vecino (que sé que vive solo) se fue y se compró Feria Asunción, de UNA. Compró todo lo que quiso, evidentemente. Yo sigo ahorrando para comprarme un mueble, dicho sea de paso.
Y ahí entra el segundo factor muy diferente en estilo de vida: tener vecinos visibles. No hablamos con ninguno más que con una ex-compañera de facultad que vive en otra torre, pero nos solemos cruzar con los vecinos, todos muy sigilosos. La de arriba de nuestro departamento VIVE en tacos altos, juro que ni los sábados se los quita.
Ahora hay una batalla tácita (de esas que nadie habla, pero que es obvio que hay) por el mejor balcón: la gente comenzó a colocar planteras, sillas y demás. No me está resultando fácil encontrar los accesorios que quiero para mi balcón, y mi mamá ya colaboró con unas planteras. Pero a donde vaya, estoy mirando accesorios de decoración y buscando ese toque que diga "wow! acá estoy!" desde mi balcón.
Con respecto a las plantas de mi mamá, estoy haciendo un santo esfuerzo para cuidarlas; no sé si tiene que darle luz o sombra, pero las riego todos los días, eso es lo que sé. Pero no me parece que esté resultando. Dicen que para tener un hijo, primero hay que tener una planta y después un perro, y luego de que los 2 sobrevivan, se puede tener un hijo. Si es así, creo que estoy a años luz de un bebé.
Así que así se siente vivir en La Vecindad, toda una novedad para nosotros.
*Cachivacherismo: el arte de acumular cosas innecesarias, por valor sentimental o porque se cree que algún día se podrá necesitar.