En días como hoy, quiero estar en el futuro y ver que llegué a mi meta, que sobreviví, que eventualmente el sueño se me hizo realidad, que todo valió la pena, que aprendí en el camino, que me hice más fuerte. Quiero ver que todo tiene un propósito.
No entiendo todavía por qué sueño con algo que no alcanzo. No entiendo por qué no soy lo suficientemente buena, o por qué no alcanzo lo que me propongo, más que a rozarlo con los dedos, o por qué esa bendita Gracia que tanto le imploro a Dios no me llega en la forma que quiero. No entiendo por qué no soy producto de un acto sobrenatural aunque sea, para de una vez llegar a eso que quiero. No entiendo por qué quiero algo que no puedo ser, o si sueño con algo que no debo ser.
No entiendo por qué no me alcanza con lo que soy hoy, por qué no encuentro contentamiento ni resignación, por qué podría querer tanto algo que no debe ser. No entiendo si las puertas cerradas son para que abra un boquete o para que me dé la vuelta, me sacuda el polvo y camine a otra parte.
No entiendo por qué le lloro a un sueño como si fuese un muerto, como si estuviera de duelo; por qué le tengo tanta pasión y tanto miedo a la vez, por qué me frustra y me impulsa al mismo tiempo.
No entiendo cómo hacerme más resiliente en el camino, no entiendo la lección que tengo que quitar, o la variable que tengo que cambiar para llegar al resultado esperado. Me siento en una fórmula algebraica de la vida donde sé cuál es la respuesta pero no consigo que la fórmula me lleve a resultados. No importa cuánto lo sistematice, cuánto lo procese... no alcanzo al sueño. No todavía.
Ojalá dentro de algunos años mire atrás y vea que llegué. O al menos entienda este capítulo de mi vida. Entiendo que no estoy soñando con comida o agua para mis hijos y a veces me siento ridícula con lo mal que paso en mi anhelo, pero si está en el corazón de uno debe tener un propósito, ¿no creen?
No pido que mi sueño me caiga de arriba, sólo pido una chance para un sueño que exige romperme el lomo y dejar mucho atrás: mi comodidad, mi trabajo que amo, mi familia y mis amigos, mi país. Todo por la certeza de que puedo ser más, y sólo quiero una oportunidad. No quiero que nadie me cumpla el sueño, sólo quiero la chance para hacerlo realidad con mi esfuerzo.
Y mientras tanto, como el árbol agonizante, estoy acá dispuesta a entender de una buena vez por todas el propósito del sueño, de no perder la esperanza. Dicen que mientras hay vida, hay esperanza.