Sobre la envidia del éxito ajeno


 Me sorprende cómo la gente se detiene a ver sólo las victorias y no el sacrificio que resultó en ellas. El iceberg ilustra perfectamente la situación. Y no faltan los que más que reconocer el esfuerzo, resienten el resultado de uno.

A la gente resentida le carcome el éxito del otro; nadie envidia las noches en vela, las relaciones sacrificadas, que no puedas dormir del peso de las preocupaciones y la responsabilidad. Envidian el título (que es circunstancial, es lo que te toca en el momento), resienten que estés en la luz pública, que seas un titular de un equipo. Innegablemente hay gente que llega sin mérito a donde llegó, pero no te podés detener la vida pensando si es justo o no lo que al otro le toca, y que a vos la vida te engañó. Conozco gente que es incapaz de ponerse feliz ni siquiera por sus amigos.

La gente resentida tampoco marcha para adelante en su propio curso de la vida. Vive revolcándose en la inmundeza de la envidia, codiciando lo que no tiene, en lugar de pagar el precio por lograr sus propios sueños. Vive atribuyéndole a terceros de sus derrotas; cree en el fatalismo de lo inevitable, y esa nube negra le acompañará en la llanura por el resto de sus días.

Te animo a que no inviertas energía envidiando lo ajeno; celebrá lo bueno que lograron los demás, absorbé como esponja las virtudes, desechá la pérdida de tiempo del resentimiento y sudá la gota, sangre y lágrimas que te lleva a concretar tu meta.

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