Alianzas hechas de fe

Usar alianzas es una convención social, que no sé si es solo occidental. Se remonta desde los tiempos antiguos para simbolizar un acto de unión, un acuerdo entre dos personas, representando una unión sin fin, como es el círculo.

En Paraguay se estila usar alianzas idénticas, y yo no pretendía convencer a Chris de llevar un anillo con alguna piedra. Pero yo quería una alianza, con una piedrita, un zircón que lo haga femenino. No sé, esos caprichos extraños que ni una sabe de dónde los quita, pero los sigue hasta el final.

Hicimos el esfuerzo de levantarnos un sábado de mañana para salir de Asunción e ir a la vecina ciudad de Luque, conocida por sus colores chillones de azul y amarillo, su fútbol, y su orfebrería.
Medio dormidos (Chris, yo y Huguito mi hermano; mamá estaba muy saltarina) y con sólo el presupuesto definido, arrancamos una mañana de búsqueda de dos piecitas que vamos a tener hasta el fin de nuestros días: nuestras alianzas matrimoniales.

Hace mucho que no me detenía por la ciudad, cuando iba estaba sólo de pasada. Y, al bajar del auto, me di cuenta que no iba a ser tarea fácil encontrar las alianzas. Ya escuché historias de parejas que se tomaron un mes para encontrar la pieza; y aunque nos sobra tiempo, no creía que estaba con ganas de tantas vueltas. Hay una plaza central en Luque y, alrededor y mirando hacia ella, hay decenas de tiendas con oro y plata adentro, en forma de piezas de joyerías. Comenzamos la visita por Chichita, una joyería que visité mucho durante mi infancia. Mis papás se dedicaban también a vender joyas y llevaban sus estuches para exhibirlos a los interesados, cuando este trabajo no estaba de moda como hoy. Las piezas que vendía, la compraban de este local; era un trabajo extra que permitía un poco más de ingresos para sostener la familia. La visité después de muchos años; estaba llena de gente y con el local de al lado en construcción, donde aparentemente piensan mover el negocio.

Mamá se instaló en el taburete y comenzó a deleitarse, probándose mil cosas y preguntando precios. Pensé que se iba a llevar toda la joyería. No me permití ahondar en el deleite de juegos de aros, dijes y pulseras que no iba a poder tener conmigo. Chris y yo mirábamos las alianzas y preguntábamos precios. Para conocer más alternativas, salimos y visitamos al menos 6 joyerías más. Mientras Chris barajaba cosas de la oficina a la distancia (que no le suelta ni los sábados), apreciaba las distintas alternativas. Fuimos escuchando, mirando y evaluando qué nos sentaba mejor.

Fue acá donde nos encontramos con diferencias, creo que una de las primeras veces en todo el proceso. Con un presupuesto un poco bajo para las alianzas (el presupuesto lo puse yo y fue una de las cosas que establecí a ojo; no pensé en el verdadero valor que podían llegar a tener las alianzas y por ende, reconozco públicamente mi error.), teníamos varias alternativas, pero ninguna satisfacía a ambos. Les explico: podés hacer tu anillo en platino, oro blanco, oro amarillo, plata y acero (en orden de costos, de mayor a menor metal de valor). Chris prefería, por el presupuesto que teníamos, unas alianzas de oro finas y livianas. Yo, por mi parte, prefería anillos de más peso y grosor, pero en plata. El oro blanco requiere que se haga un mantenimiento que, la verdad, no me veo haciendo cada 6 meses. Habían alianzas desde Gs. 120 mil (30 USD estimativamente) a 1 millón 500 mil guaraníes (300 USD más o menos). Extrañamente, con el monto que disponíamos, o nos comprábamos un par de anillos a mitad del presupuesto disponible, y la siguiente opción era pagar anillos que, de verdad, no podíamos pagar. Podíamos ir por algo clásico, pero yo buscaba y buscaba y buscaba más para ver si veía algún modelo que conquiste el corazón. Realmente entre Chris y yo no encontrábamos un punto común y disparábamos para puntas opuestas en lo que estábamos dispuestos a ponernos en el dedo.

Chris suspiraba y seguía mirando. Prefería un metal de mayor valor, por lo que percibí, independientemente a si era de gran tamaño o no. Hasta entonces, no había pensado en el valor del anillo de compromiso que me dio, pero después de pasar por muchas joyerías entendí por qué le fue tanto esfuerzo financiero darme ese anillo de oro amarillo y blanco. No piensen que no valoro el esfuerzo; sencillamente no taso el esfuerzo en dinero. No me detuve a imaginar la tasación del mismo porque no se me da la gana de saber cuánto sale, es muy feo tratar de saber cuánto le salió el regalo. Pero entendí por qué con el pasar de las tiendas su frustración aumentaba: hizo un esfuerzo inmenso por ese anillo de compromiso, las alianzas no podían tener mucho menor valor. Obviamente Chris jamás se va a detener a afirmarme que el anillo le salió caro y que nuestras alianzas no podían estar a menor altura, pero creo que este punto tiene validez, aunque la lógica provenga de mi mente cuestionadora. Sin embargo, el problema seguía siendo la inviabilidad de aumentar el presupuesto. Le dije a mi mamá que estaba dispuesta a disponer de mis dos medallas de oro de mejor egresada (Educación Escolar Básica y Bachillerato) para hacer los anillos.

Hubo un par que me gustó, y en todas las joyerías que vimos, no vi algo igual. No pretendía ponerme nada sicodélico por el dedo y usarlo para representar mi matrimonio, pero estas dos piecitas tenían algo que visualmente me atraparon. Si trato de racionalizarlo hoy, eran dos piezas con una base lisa y, encima, una franja con textura. Es un tratamiento que se le hace al metal para que quede así. Trazado en esta franja texturizada, un surco en forma de onda rodeaba a cada anillo. La alianza de la mujer tenía una sola piedra. La del hombre no tenía este detalle.

Así que después de 3 horas de que mamá se entretuvo mirando joyas, mandando reparar las piezas que juntamos durante años para reparar y que Hugo escogió su primer collar con una cruz y una pulsera a cambio de varias piezas de plata que estaban rotas y cuya única alternativa era derretir, mamá quita unas piecitas de oro. Medallitas sueltas, cadenitas rotas, todas en oro. Ella sólo quería agrandar su alianza (se pasó unos años tratando de que mi papá entienda que ella sólo quería agrandar su alianza, hasta que finalmente, tuvo que ir ella a resolver el asunto). No requería de más oro.

Entonces, mamá le preguntó si daba para hacer las alianzas que nos gustaban, con el oro que tenía sobre la balanza. Los anillos de exhibición eran más livianos que lo que estaba dando mi mamá en oro. La joyera hizo los cálculos, y terminamos con unas alianzas que valen 4 veces más de lo que podíamos pagar, gracias a Dios!

Y algo ahí le tocó una fibra a Chris, que me recordó el testimonio del pastor, que dos días antes nos contó la historia de sus alianzas, y cómo él tampoco podía pagarlas pero terminó consiguiendo aún más de lo que esperaba. Y son momentos como éstos que me hacen pensar que quizás no seamos los jóvenes más ricos, pero que mediante eso podemos experimentar ciertos milagros y ver la mano de Dios en favor de nosotros. Cierto, hay ciertas cosas que me gustaría tener definidas ya y no andar pensando si vamos o no a tener; pero es hora de dejar el afán y de disfrutar de lo que nos toca vivir.

Teníamos ganas de escribir algo adentro de los anillos, y como "Truly, Madly, Deeply" no entraba con nuestros nombres y fecha de casamiento, nos quedamos con el clásico nombre del cónyuge y la fecha del casamiento.... ahora que lo pienso, voy a tener "cónyuge". Me causa gracia!

En el trayecto de vuelta, seguimos tratando de definir cuál era la alternativa de luna de miel si no salía el sueño que tenemos. Mirando folletos y hablando, Chris se quedó encantado con la Riviera Maya. Pero me devolvió los folletos y me dijo:

"Nos vamos a Santorini, hermosa. No te preocupes."

Vamos a seguir creyendo, entonces, a noventa y tantos días del Gran Día. Terminamos el fin de semana con unas alianzas que no podíamos tener, y cosa rara, que justo se trata de las alianzas, de ese símbolo de promesa de amor y devoción el uno al otro. Yo tengo fe en nosotros y en este nuevo paso que vamos a dar. Menos mal que Dios también estuvo de acuerdo y nos permitió tener un "upgrade" para estas alianzas.

Para los que quieran saber de dónde compramos nuestras alianzas y no se pierdan por Luque:
Joyería Chichita - Cmdte. Peralta N° 15 - Luque, Paraguay - Tel: 642 988

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