Los indígenas en medio de Asunción:
Evadiendo la realidad de los extraños

¿Cuántos de nosotros pasamos diariamente en los alrededores de la plaza Uruguaya, en el antiguo centro de Asunción? ¿Y cuántos de nosotros somos indiferentes a la situación que se vive ahí?

Transitamos en nuestros autos polarizados, o corremos si pasamos a pie para que los habitantes de la plaza no nos pidan dinero, o cerramos los ojos y dormitamos cuando pasamos en bus. Y, en el proceso, tapamos las narices para no sentir el nauseabundo aroma que emana de esa manzana que antes era un espacio verde. Hacemos de todo para evadir esa realidad que choca.

Son indígenas que, literalmente, viven con bolsas negras sobre sus cabezas. Cuelgan las churas de las carnes que cocinan en sus fogones, en los árboles, las cuerdas y los carteles. Hace menos de 10 grados, pero sus niños andan descalzos. Incluso vi una nenita de 3 años desnuda, sin absolutamente más nada que su cabellito corto encima de su piel, en la gélida temperatura que a los afortunados nos impulsa a buscar los más gruesos abrigos de nuestros closets.

Y hace varios días me atormentan mil preguntas y sentimientos en mi cabeza. ¿Alguien alguna vez murió ahí, en esa plaza? ¿Están mejor ahí, en el medio de la ciudad, sin poder hacerse entender, que en el lugar de donde vinieron? ¿Quién los trajo? ¿Qué les dijeron para convencerles de venir? Supongo que no les habrán avisado que iban a vivir en el piso frío, que la gente de la ciudad en general es indiferente a su sufrimiento, que para comer hay que agarrar de la basura, robar o mendigar.

Me duele, bien profundo y adentro. No quiero más pasar por ahí. No quiero más ver sus rostros descolocados en el noticiero. No quiero ver estos videos en la oficina, las capturas de prensa, con sus pies descalzos, sus manos hurgando en la basura, sus minutos de vida pasando sin una razón de ser. Todo esto se resume y centra en que no quiero más que vivan así.

No pretendo hacer asistencialismo. No quiero movilizar gente para llevarles ropa o comida. No tengo manera de conseguirles trabajo a esa multitud de gente. No sé qué fue lo que les trajo a esta Capital, que creyeron que aquí iban a encontrar solución. No sé cuál es la realidad trágica que viven en el lugar de donde vienen. Sólo sé que alguien en el gobierno tiene que hacer su trabajo, y solucionar este problema desde el fondo de la raíz del problema.

Me siento impotente, y no me gusta.

1 viajeros que conversan:

Enrique Ramón Galeano dijo...

Un artículo realmente inteligente y humano.
Las preguntas qte haces en el artículo son las mismas que nos hacemos todos, las respuestas estan alli, lo que pasa es que no queremos admitir tanta maldad, entonces preferimos decir que no tenemos las respuestas

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