Sweet Joana...

No sé qué tiene esta nena, que me hace sentir tan, tan feliz. Es raro decir que se hace click con una personita con 18 años menos que uno. Ese es mi caso con mi sobrinita, Joana.

Recuerdo con mucho cariño el momento en que supe de su existencia. Era un regalito de Navidad para mi prima, su esposo y el hijo que se convirtió en hermano mayor. Mejor es decir que es un regalito para todos los que tenemos el gusto de conocerla. Llegó 9 meses después, rosadita como ella sola.
Sólo la conocí 3 años después, en mi viaje a Miami en diciembre del 2007. Cuando llegué y fui recibida a las 6.30 am por mi prima, me pasó el celular con su hija, que estaba esperándome en la casa. Confieso que no le entendí casi nada. Balbuceaba una mezcla de Inglés y Portugués, y de la nana y la abuela Irma captó también algo de español.
Llegué a eso de las 7 am, y me encontré con un tornado de energía, que no le importaba que era domingo. Estaba saltarina, sonriente, me recibió como un abrazo, sin importarle que dos meses iba a invadir su espacio, en su dormitorio rosado.
Puedo decir que es una experiencia compartir la vida con una nena de tres años. Es súper despierta, súper sin vergüenza. Juraría que cada vez que mirabas para otro lado, ella estaba haciendo algo que no tenía que hacer. No es el clásico meter el dedo en el enchufe. Es treparse en la despensa para agarrar chocolate; disfrazarle al perro, maquillarse, tocar electrónicos. Pero eso era lo divertido: exigía 100 por ciento de atención.
Joana es una nena que ama con locura, con intensidad. Le adora a su mamá y a su papá, y a su hermano, que ya está entrando en su prepubertad y busca su espacio. La otra se va a su dormitorio y quiere jugar Guitar Hero, cantar karaoke, ver Star Wars. No le importa ser demasiado afectuosa. Es hermosa su inocencia, su entrega a quienes ama.
Es la mejor imitadora de Bon Jovi. Lo máximo era verle viendo el DVD y agarrando el control para cantar. De noche me despertaba para bajarse de su cama y venir a dormir conmigo. Nos dormíamos agarradas de la mano; yo extendía mi brazo desde el lado, como dormía en un colchón, a su cama. De madrugada varias veces amanecí más corrida a un lado, con ella del otro costado.

¿Por qué surge ahora su nombre, 9 meses después de verla por última vez? Hoy llamó mi prima y me pasó el teléfono, y su "Oi, Vaneeeeeesssssssa", me arrancó lágrimas de alegría. Su ingle-portu-español se entiende mucho mejor. Estará más alta, y quién sabe si se va a acordar de mí de acá a un año.
Pero Joaninha, te llevo en el corazón, princesita. Qué mucho me hiciste reír, y qué mucho me enseñaste.

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