Cambio a la vista
La función de circo está terminando... ¿o estará comenzando?

Estimo que llevamos por lo menos 2 años pensando en estas elecciones presidenciales en Paraguay. Los protagonistas iniciaron la función así: uno tratando de cambiar la Constitución Nacional para ser reelecto, a sólo 19 años de ser liberados de una dictadura; un sacerdote renunciando a su cargo para lanzarse en la política, causando las revueltas eclesiásticas, civiles y jurídicas pertinentes; un ex-general gritando tras las varas de la cárcel que sería libre y sería presidente de Paraguay en el 2008, pareciendo más un caso de demencia que una promesa; y un empresario iniciando su segundo intento de llegar al poder, peleándose con quien encontraba en su camino.

Así es como llegamos al 20 de abril del 2008, con siete candidatos en total pero cuatro destacados bien encima de los demás: Blanca Ovelar como representante del Oficialismo, ex-Monseñor Fernando Lugo como representante de una concertación no tan concertada (con liberales, principalmente, además de otras agrupaciones), Lino César Oviedo, el vidente que sabía que sería libre, y Pedro Fadul, el soñador de Patria Querida.

La gente está a punto de elegir: el continuismo de un partido que en 61 años nos regaló un atraso de 50 (por si no sabías, acá en Paraguay el calendario económico dice que es 1958 por ahi, cuando los países de primer mundo están en el 2008); un personaje que, de política, sabrá lo que Moisés, Saúl y Absalón hacían con Israel (aunque habrá aprendido un poco de la puerqueza política desde que entró en el baile); un ex militar que tiene los fantasmas del intento de golpe de Estado y la sospecha un magnicidio en su haber, y un camorrero que por pertencer a la casta elitista de Asunción, no está muy en contacto con la gente.

Paraguay tiene alternativas interesantes, pero no tan contundentes. No es claro quién es el ideal. Personalmente me gusta Fadul, aunque tiene menos del 4% de apoyo, y es un cínico que usa palabras y gestos para pisar a otros con el fin de demostrar su calidad. Sin embargo, está muy bien preparado, sabe lo que Paraguay necesita (trabajo, educación y transparencia; con eso lo demás se añade) y es el único que habla de trabajo en equipo entre el Estado y la ciudadanía, en lugar del clásico sistema paternalista.

No sabré quién quiero que sea el Presidente, pero sé quién no quiero que sea: a los colorados los quiero afuera, ya. Se aburguesaron en el poder, toman por sentado que seguirán ahí, y esa comodidad se transformó en conformismo. No es garantía que los nuevos entrantes comiencen a servir a la gente, precisamente, pero los colorados tuvieron 61 años para cambiar de manera de pensar, y nunca dejaron de succionar el dinero, el sudor, el llanto, la sangre del pueblo. Le tienen a sus funcionarios amedrentados, quienes bajo la premisa de "no patear contra su plato de comida" irán a votar por quien no quieren el día de las elecciones.

El 20 de abril, realmente 3 personajes tienen chance de ganar. Lo más llamativo es que, sea quien fuere que gane, estaremos en graves, graves aprietos. Los colorados no son precisamente muy renegados con perder el poder; al final, esa es su fuente de caviar, Mercedes Benz y viajes a Europa. Nadie cae así nada más de su trono, sin antes dar una dura pelea. Una dura pelea, me temo, que podría llevar a que sus soldados civiles -ciudadanos seguidores, funcionarios públicos- una vez más, saquen pecho y peleen contra lo que se les venga en frente. Destaco, además, que en el caso que los colorados pierdan, el presidente es colorado; también es Comandante en Jefe de las FFAA de la Nación. No tendrán armas último modelo, pero funcionan mejor que los machetes, pistolitas y armas blancas que los pynandí o cualquiera de nosotros pueda tener al querer defender unas elecciones que los echan del poder. ¿Extremistas sospechas? Este circo se caracteriza por sus sorpresas.

En el caso que los colorados ganen, podemos sospechar con justicia que se cometió un fraude electoral. Tienen a su especialista tratante de falsas victorias entre ellos, quien ya confesó que es responsable de al menos un fraude en elecciones de las internas del Partido Colorado en los años 90 (y el personaje sigue siendo "Honorable" Senador de la República) y, como dije, El Estado es su manantial de lujos a costa de los intereses del pueblo.

Pero todo esto digo yo. Tengo 22 años de vida, no viví 61 años de basura colorada (la única que tuvo esa desgracia es mi abuela), y aunque sé que hay culpas que son nuestras como ciudadanos, estoy hastiada de no poder caminar en paz por la calle porque me pueden asaltar, cuando lo que la gente quiere es comida. Estoy fastidiada de que las leyes no se respeten (la Ley del Primer Empleo es la ley más decorativa que conocí en mi vida), que la educación sea una basura en todos sus estamentos y que no pueda ni compararse con el nivel de educación en el MERCOSUR, estoy tan entristecida por ver gente morir por no tener gasa en los hospitales o por no proveer de tratamiento a cambio de sumas multimillonarias, mientras que en cualquier otro país el Estado entiende que es su deber proveer salud al pueblo. Estoy cansada de que existan tratamientos en el mundo contra enfermedades y que en Paraguay no estén disponibles los mismos, y que alguien pueda morir sólo porque tiene la desgracia de estar acá y no allá (allá donde sea, porque seguro que hay una luz al final de su túnel). Estoy podrida de gente planillera, que se creen monos del árbol estatal, que no trabajan y cobran un sueldo, cuando con ese sueldo se pueden comprar insumos médicos. Estoy harta de que nuestra ruta internacional sea de sólo 1 carril en cada vía, y que hayan lugares dentro de este territorio tan chico que nunca conocieron lo que es la electricidad, el teléfono, unos libros, donde pasan hambre y frío.

Nadie me garantiza que si caen el 20 de abril los colorados, esto se acaba. Pero ellos usaron sus 61 años para empeorarlo todo. Será muy lineal mi patrón de pensamiento, sé que no tiene todas las aristas posibles, pero igual confieso: quiero ver qué pasa si le rajamos a los colorados.

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