Hoy llegué a casa con la lengua afuera...

Caminé excesivamente mucho. Tuve la ocurrencia de ir a conseguir la vacuna contra la fiebre amarilla, que me habían dicho que era gratis. Para ello, tenía que ir al centro de salud en el puerto de Miami. Llegué hasta la cabecera del puente que une el continente con el puerto y decidí caminar.

Craso error. Era, sencillamente, lejísimo, y en subida la mitad del camino.

Encima llegué al lugar, y grata noticia: la vacuna sale $140. PERO no me la podían poner porque vienen 5 ampollas juntas y entonces si se usa una, se desperdician las otras. Si me vacunaba sola, tenía que pagar por todo. Es decir, $700. A qué se debe esto? Pregunté. Me explicó que la única empresa que fabricaba esta vacuna cerró, y encima tenía el monopolio de la vacuna, entonces la vendía al precio que quería. Ahora, con el brote de la enfermedad en Sudamérica, se está recomenzando la producción en otro laboratorio, pero aún está en fase experimental.

De cualquier manera, gastar por una vacuna lo que con $10 más me saldría un día en Disney.... si pago una. O por 2 semanas en Orlando, si tengo que pagar las 5... pasé la oferta. Caminé por el puente al santo cohete.

Volví al continente en bus (ya no me iba a hacer de la loca). De ahí, tomé otro bus a Miami Beach, y fui al Lincoln Road Mall a caminar. En gran parte de ella, es una peatonal, y en sólo 2 cuadras es sobre la avenida transitada. Caminé mucho más ahí, mirando las tiendas y la gente rara. En un momento inesperado, pasó un tipo vestido con jardinera jeans en bici, con una gallina. Si, una gallina. "Estamos todos locos", me dije. Pero más gente rara seguía apareciendo. No les vi a los Fab 5 -los 5 tipos gay que hacen una revolución en el ropero y departamento de tipos onda el yeti-, vi a los Fab 50. 50 tipos raros, peinados raramente, vestidos raramente, que hablaban y caminaban y respiraban raramente. Quitado de un reality show, sencillamente.

Comí pizza (sabor barbecue chicken, que es pollo con salsa barbacoa) y tomé un milkshake de frutilla. Ambos, muy ricos. Creo que quemé calorías para rato hoy, así que ni el mínimo remordimiento tengo de lo que comí. En realidad, muy pocas veces lo tengo.

Ya no me podía más mover del cansancio, y eran las 2:30 pm. Le llamé a mi prima a preguntarle si podía volver más temprano. De un bus, al metro, a otro bus, llegué a las 4:25 pm a casa. Qué alivio es estar en pijamas de vuelta.

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